sábado, 8 de diciembre de 2012

De la ortopedia mental a la psicología cosmética*




La labor del psicólogo varía en función de diversos factores culturales que, no sólo la influyen, sino la determinan. Si bien la psicología puede considerarse una disciplina clínica (concebida como curativa), ello implica a su vez la posibilidad de una praxis preventiva, normalizando de esta manera al comportamiento y al pensamiento del hombre en un utópico modelo de salud. Así, la función del psicólogo se determina con base en parámetros axiológicos; populares, estadísticos y dinámicos, en tanto dicho modelo, aun ideal, es cultural.

Así mismo, la preparación académica que se brinda al psicólogo, evidencia una visión antropológica sustentada en una esencia del hombre autónomo y feliz, definición que encierra un oxímoron en tanto propone la independencia subjetiva y la felicidad individual, sin tomar en cuenta que la intersubjetividad propia del hombre radica también en un cierto grado de heteronomía, o en otras palabras, la felicidad es para y con otro. 

Si se considera la labor clínica del psicólogo, tenemos, pues, una finalidad paliativa e incluso curativa de la psicología, en tanto no sólo busca ayudar a sobrellevar los malestares propios del sujeto psíquico, sino corregir ahí en donde se ha desviado del canon esperado.  Por ende, el profesional de la salud mental aparecerá como una prótesis yoica que ayudará a corregir las anomalías del pensamiento, los sentimientos e incluso los deseos de los “enfermos”. A esta labor bien podemos nombrarle como una ortopedia mental, que va desde el conductismo y la psicología del yo, hasta los más vulgares libros de autoayuda. Pero la visión anterior no acabó por juzgar sólo ciertos comportamientos que aquejan al sujeto, sino que incluyó también disfunciones sociales, además de individuales. 

De la ortopedia mental, que podemos entenderla como la psicología clínica, surgió un nuevo objetivo, que sobrepasa los intereses de una disciplina paliativa y curativa de los malestares mentales, y que se dirige a constituirse como una disciplina preventiva de lo moralmente indeseado por la cultura, a esto le podemos nombrar el paso de la labor ortopédica yoica a la de la psicología cosmética, entendiendo por esta última a aquella que se centra y concentra en maquillar, disimular, y, en la medida de lo posible, cambiar al sujeto en función no ya del modelo de salud sino del de belleza psíquica, estableciendo un valor estético en relación a la correcta productividad social, pero aunado a una salud mental individual.

Análogamente a la medicina, cuyos inicios se dieron en el estudio de las patologías corporales y no propiamente de la salud, la psicología moderna nació del estudio de la locura, pero al igual que una rama de la medicina pasó a una especialización en la intervención directa con el cuerpo del paciente para transformarlo en un cuerpo adaptado a los valores de belleza contemporáneos (cirugías cosméticas), la psicología también se deslizó desde los umbrales de la curación y la prevención hasta la búsqueda de la transformación del psiquismo del sujeto en función de ideales culturales de belleza mental, naciendo de esta manera el objetivo de la transformación al comportamiento bello, en donde carece de sentido hablar de normalidad, sino que su vertiente teleológica es estética. La diferencia radical con la medicina cosmética, es que ésta busca crear un individuo corporalmente bello aunque no necesariamente sea moralmente mejor, pensemos en una madre que dentro de poco tiempo podrá asistir a una clínica de fertilidad en donde no sólo determinará el sexo de su bebé, sino el color de ojos a través de una manipulación genética, pues si bien los ojos negros no son moralmente inadecuados, sí son estéticamente indeseados. De la misma manera, ahora asistimos a una psicología en que la manipulación está en función de la búsqueda de cambios en la constitución del sujeto en torno a un canon de belleza, pero no sería banal recordar que, en este caso, la belleza del alma es una cirugía plástica de la moral. En otras palabras, la gente no sólo acude al psicólogo porque sufre, sino también porque carece de belleza psíquica. 

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*Artículo publicado en el número 21 de la Revista Sui Generis

martes, 17 de julio de 2012

Empédocles y Freud: El dualismo pulsional y la cosmogonía




“Lo que sigue es especulación, a menudo de largo vuelo,
que cada cual estimará o desdeñará de acuerdo con su posición
subjetiva. Es, además, un intento de explotar consecuentemente
una idea, por curiosidad de saber a donde lleva”
S. Freud

“Insensatos, pues no tienen preocupaciones por
pensamientos profundos, ya que creen 
que lo que no existió antes llega a ser 
o que algo perece y se destruye por completo”
Empédocles


Es conocido que dentro del desarrollo de la obra de Sigmund Freud, se puede encontrar una última modificación teórica acerca de las pulsiones, en ella sostiene la oposición entre dos fuerzas míticas que ejercen su acción en el campo del psiquismo, ellas son Eros y Pulsión de destrucción, “la meta de la primera es producir unidades cada vez más grandes y, así, conservarlas, o sea, una ligazón {Bindung}; la meta de la otra es, al contrario, disolver nexos y, así, destruir las cosas del mundo”[1]. 

Esta última visión sobre las pulsiones, data claramente desde su escrito Más allá del principio de placer (1920), en él Freud especuló sobre el origen de las mismas, pensó que “en algún momento, por una intervención de fuerzas que todavía nos resulta enteramente inimaginable, se suscitaron en la materia inanimada las propiedades de la vida. Quizá fue un proceso parecido, en cuanto a su arquetipo {vorbildlich), a aquel otro que más tarde hizo surgir la conciencia en cierto estrato de la materia viva. La tensión así generada en el material hasta entonces inanimado pugnó después por nivelarse; así nació la primera pulsión, la de regresar a lo inanimado”[2], posteriormente, surgió una oposición a este ímpetu de volver a lo inanimado, a ésta, que busca conservar la vida la llamará Pulsiones de autoconservación, y “son las genuinas pulsiones de vida; dado que contrarían el propósito de las otras pulsiones”[3], a éstas pulsiones de autoconservación son las que más adelante agrupará bajo el término de Eros

Es por demás interesante la especulación que hace Freud en este texto, pues no sólo intenta universalizar un fenómeno encontrado reiteradamente en la clínica y extrapolarlo, sino que además roza una postura cosmogónica, que aunque el mismo Freud declaró abiertamente que no estaba interesado en ella, no es posible pasar por alto su visión sobre el origen de todo, remitiéndolo a dos fuerzas metafísicas identificadas bajo el concepto de Pulsiones. 

En sus Nuevas conferencias de Introducción al Psicoanálisis, la conferencia 35 lleva por nombre En torno a una cosmovisión {Weltanschauung}, en ella Freud dice entender por cosmovisión (Weltanschauung ) “una construcción intelectual que soluciona de manera unitaria todos los problemas de nuestra existencia a partir de una hipótesis suprema”[4], por ello, niega categóricamente que el psicoanálisis posea una cosmovisión, pues el espíritu científico que mantiene lo hace estar sujeto a los cambios debido a los nuevos conocimientos. Sin embargo, Freud aclara al inicio de la conferencia que el término Weltanschauung es de difícil traducción a otros idiomas, él opta por esta definición. En la versión castellana de Luis López Ballesteros, aparece la traducción de la conferencia como El problema de la concepción del Universo {Weltanschauung}. Lo cierto es que una concepción del universo, no es necesaria y únicamente un todo unificado sobre una teoría, sino también responde al origen del mismo, algo que hace bajo la teoría de las pulsiones, y en este sentido, podemos entenderlo también como una cosmogonía, la cual, considero que sí posee. 

La postura de Freud acerca de estas fuerzas pulsionales, parecía ser original en el ámbito de la psicología o la medicina, pero no en la filosofía, campo al que Freud no era totalmente ajeno, de hecho él mismo identificó que la posición a la que había llegado, se asimilaba a la que el filósofo griego Empédocles había postulado hacía más de dos mil años, en ella “el filósofo enseña que existen dos principios del acontecer así en la vida del mundo como en la del alma, dos principios que mantienen eterna lucha entre sí. Los llama φιλία {amor) y νεῖκος; {discordia)”[5].

En efecto, Empédocles, natural de Acragas, llegó a postular el origen y movimiento del universo como la interacción de dos fuerzas contrarias, éstas luchan una contra la otra para restituir un equilibrio perdido por causa de su oposición, según Empédocles, en el comienzo había cuatro elementos primigenios, los cuales son el fuego, aire, agua y tierra, sin embargo, por medio de las fuerzas del Amor y el Odio, o Armonía y Discordia, fueron capaces de separarse y mezclarse unos con otros,  “el Amor o la Atracción reuniría las partículas de los cuatro elementos, desempeñando una función constructiva; la Discordia o el Odio separaría las partículas, provocando con ello la extinción de los objetos”[6].

Según cuenta Simplicio en la Física fragmento 158, Empédocles escribió: 

“Un doble relato te voy a contar: en un tiempo ellas (las raíces de todo[7]), llegaron a ser sólo uno a partir de una pluralidad y, en otro, pasaron de nuevo a ser plurales a partir de ser uno; dúplice es la génesis de los seres mortales y dúplice su destrucción. A la una la engendra y destruye su reunión, y la otra crece y se disipa a medida que nacen nuevos seres por separación. Jamás cesan en su constante intercambio, confluyendo unas veces en la unidad por efecto del Amor, y separándose en otras por la acción del odio de la Discordia”[8].

El filósofo presocrático, no duda en hacer de este proceso no sólo el origen sino el fin de todo cuanto existe, quizá por esto Freud intenta poner cierta distancia entre ambas teorías, argumentando que “media el distingo de que la del griego es una fantasía cósmica, mientras que la nuestra se ciñe a pretender una validez biológica”[9], aunque habría que señalar que en la misma visión de Empédocles “su aplicación más clara y más importante está, sin duda, en su teoría del nacimiento y la muerte del universo, pero la aplicó también al ciclo vital de los animales”[10], pero lo más importante de todo esto, es que en uno de los escritos póstumos, Freud no duda en llevar a esta oposición fuera del campo de lo biológico, declarando en su obra Esquema del psicoanálisis “esta acción conjugada y contraria de las dos pulsiones básicas produce toda la variedad de las manifestaciones de la vida. Y más allá del reino de lo vivo. La analogía de nuestras dos pulsiones básicas lleva a la pareja de contrarios atracción y repulsión, que gobierna en lo inorgánico”[11].

Considero que lo importante de la similitud de la filosofía de Empédocles y el psicoanálisis de Freud, no es sólo encontrar elementos en común en diferentes pensadores, sino entender la magnitud y dimensión de las consecuencias teóricas que se llegan a sostener, en último análisis, ambos recurrieron a postular dos fuerzas activas como necesarias, ello para completar la explicación del porqué se lleva a cabo el cambio, el movimiento, es decir, no basta con saber cómo está compuesto aquello que se investiga, sino que además es necesario conocer qué es lo que impulsa a estarlo de aquella forma y además a modificarse. En el caso de Empédocles, su interés es sobre la φύσις (Physis), su generación y movimiento, en el caso de Freud, sobre el psiquismo y su dinámica, pero ambos llegan a idénticas conclusiones.

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Referencias 


[1] Freud, S. Esquema del psicoanálisis. Tomo XXIII. Obras Completas. Ed. Amorrortu. Argentina. 1992. Pág. 146
[2] Freud, S. Más allá del principio de placer. Tomo XVIII. Obras Completas. Ed. Amorrortu. Argentina. 1992..  Pag. 38
[3] Ibidem. Pag. 40
[4] Freud, S. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. 35ª conferencia. En torno a una cosmovisión. Tomo XXII. Obras Completas. Ed. Amorrortu. Argentina. 1992. Pag. 146
[5] Freud, S. Análisis terminable e interminable.. Tomo XXIII. Obras Completas. Ed. Amorrortu. Argentina. 1992. Pág. 247
[6] Copleston, F. Historia de la filosofía I. Edición Digital. pág. 58
[7] Los cuatro elementos
[8] Kirk. Raven. Schofield. Los filósofos presocráticos. Parte II. Editorial Gredos. Versión Digital. Pág. 103
[9] Freud, S. Análisis terminable e interminable. Op. Cit. Pág. 247
[10] Kirk. Raven. Schofield. Los filósofos presocráticos.  Op. Cit. pag. 104
[11] Freud, S. Esquema del psicoanálisis. Op. Cit. Pág. 147

sábado, 7 de julio de 2012

Dolor y síntoma en psicoanálisis




por José Vieyra Rodríguez

“Por cruel que suene, debemos cuidar
que el padecer del enfermo no termine prematuramente… 
de lo contrario corremos el riesgo de no conseguir nunca 
otra cosa que una mejoría modesta y no duradera”
S. Freud

Al parecer se ha convertido casi en un tabú hablar de curación en psicoanálisis, los argumentos la mayor de las veces son escuetos y casi dogmáticos, si bien Freud pugnó por establecer al psicoanálisis en alguna de sus acepciones como “un método para el tratamiento de trastornos neuróticos”[1], desde Lacan parece impensable hablar de una curación en psicoanálisis, así como su vertiente terapéutica. Lo cierto es que cada sujeto que llega al consultorio de un psicoanalista, poco le importa las cuestiones teóricas y las disputas sobre la cura analítica o la ética del psicoanálisis, el sujeto llega con un malestar, y plantea una demanda clara y concisa, la mayor de las veces nos plantea un malestar, nos dice que algo no anda bien, en otras palabras, nos presenta un síntoma y acude esperando una mejoría. 

Aún así, algunos analistas optan por desacreditar el hablar del sujeto, es común escuchar en algunos círculos académicos plantear de manera dogmática: “¿cuál es el motivo de consulta?”, después de que se responde con lo que el paciente dijo, el comentario obligado es “habrá que esperar a las siguientes sesiones, porque ese no es el motivo que lo trae”. En otras palabras, de entrada se desacredita la palabra en nombre de un inconsciente y un contenido latente que se obligará a buscar, en otros casos, a delirar para intentar asirlo. 

Tendríamos que plantearnos en este punto cuál es entonces el quehacer del psicoanalista que se coloca ahí, en el consultorio, tras el semblante, y que de alguna manera se presta al juego terapéutico y sin embargo no cree en él. De lo anterior no se desprende que no se piense como agente de cambio, sino que tendría que cuestionarse su posición frente al síntoma que aqueja al sujeto que se sienta o se recuesta frente a él.  

La cuestión fundamental es cómo se piensa el síntoma, más allá de su etiología represiva, pensar la teleología curativa, es decir, una vez frente a él, qué labor le corresponde al psicoanalista. En lo que confiere al inicio del tratamiento, es indispensable no plantarse como meta la eliminación del síntoma, pues si entendemos como síntoma aquello “imposible de soportar” , aquello que por medio del síntoma se sabe que eso no anda, que eso falla –o ríe o sueña–, pero que por medio de ello mismo se puede hacer algo, pues identificar lo que falla sirve como brújula en el mar de las pulsiones psíquicas y los procesos primarios. En otras palabras, si nos planteáramos en un inicio su eliminación, sería tanto como borrar las coordenadas que nos guiarían en el proceso analítico, además de advertir que su supresión la mayor de las veces va de la mano de la sugestión y no de la relación transferencial puesta en juego en un análisis. 

Utilicemos una analogía con la medicina; cuando un paciente acude al médico, éste pregunta qué le duele, tras una revisión de los síntomas, se orientará a buscar la causa de dichos dolores y no la supresión inmediata de los mismos, pues toma en cuenta que el dolor físico es necesario para orientarse hacia el origen del mismo. Por ello, una enfermedad tan extraña como la Insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis, es además de una alteración, un impedimento u obstáculo para el diagnóstico y la curación de otras enfermedades que se presentan, pues dicha enfermedad congénita, es una alteración del sistema nervioso que produce una ausencia total del dolor, lo que precisamente la hace alarmante, pues el cuerpo está desprovisto de un arma valiosa como lo es el dolor, ya que él, aunque se manifiesta como molesto e insoportable para la persona, es la forma de saber orientarse en un mundo potencialmente peligroso a la supervivencia, y a la vez una forma de saber qué no anda bien en el cuerpo, qué falla en él.

De la misma manera, en el mundo psíquico, plantearse como meta la supresión del síntoma es tanto como renunciar a la curación analítica, pues ésta precisamente se da en el marco del conocimiento del origen fantasmático que articula al síntoma. Por ello se insiste en la vieja polémica contra la medicación psiquiátrica, la cual busca callar lo que el síntoma grita. Al igual que el nutriólogo que se sirve de pastillas para reducir el apetito, consiguiendo con ello la reducción de ingesta de alimentos en el paciente y su correspondiente pérdida de peso, pero esto no significa que el paciente ha emprendido un cambio en hábitos alimenticios, ni mucho menos un conocimiento del porqué la comida funciona como objeto de un cierto goce oral de incorporación de algo que falta. El nutriólogo que lleva a cabo esta práctica tramposa, consigue resultados, pero no son duraderos, no atacan el origen del problema y peor aún, sustituye una ingesta por otra: la comida por la pastilla, pero en última instancia, el síntoma persiste, el cambio de ingesta no hace diferencia, mientras se siga tragando esperando que por fin aquello que pasa por la boca (sea comida o pastilla) es lo que terminará por hacer feliz. 

En resumen, no es banal que se insista en que el síntoma en psicoanálisis es fundamental,  y que ante él debemos posicionarnos claramente, no como enemigos sino como aliados y agentes de cambio, buscando hacer del síntoma algo de lo cual el sujeto ya no se queje, “que devenga el motor pulsional de su acto, que puede estar por lo tanto al servicio de la sublimación, bajo la forma de la creación artística o científica, etcétera” [2] 

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Referencias bibliográficas


[1] Freud, S. Dos artículos de enciclopedia. Psicoanálisis y libido. Ed. Amorrortu. Vol. XVIII. Argentina. 2005.
[2] Lombardi, G. La clínica del psicoanálisis 2. El síntoma y el acto. Ed. Atuel. Argentina. 1998. p.p. 28

martes, 17 de abril de 2012

La nueva moral biológica


Se ha consagrado, en la historia universal del hombre occidental, un período cercano a los mil años con el nombre de Edad Media. Una investigación basada en este período sobre la moralidad desembocará aparentemente en una respuesta obvia, pues toda ella estaba regida por los parámetros que la religión oficial designaba.

Lo anterior no significa, por supuesto, que se careciera de deseos, pasiones y placeres, sino por el contrario, que éstos estaban regulados e incluso generados por las propias prohibiciones oficiales.

A partir del Renacimiento y el surgimiento de la nueva ciencia, se intentó desechar los viejos cánones sobre el bien, sin embargo, al derribar el viejo estatuto con olores a putrefactos pensamientos religiosos, se queda desprovisto de normas sociales claras y concretas sobre lo que se debe o no hacer. Así, lo que vino a sustituir el interés y conocimiento, también lo hizo en el campo de la moral, a saber, la ciencia.

Es evidente, que si bien muchas personas actualmente no regulan su comportamiento en función del pecado o la virtud de la Imitatio Christi, sí lo hacen en relación con lo dañino o lo saludable. Para muestra tomemos las relaciones sexuales, si bien quizá ahora es común no enjuiciar un comportamiento sexual en relación al pecado, sí se realiza en función de su riesgo para la salud del practicante, y que, curiosamente, se termina regulando bajo estatutos muy parecidos a los religiosos, aun cuando su fundamento sea otro, continuando con el ejemplo anterior, un médico nos dirá que la mejor vida sexual será aquella que realizamos con una pareja estable, ¡irónica emancipación sexual por vía de la ciencia, que nos dicta aquello que la religión hace milenios venía haciendo!

En otras palabras, derrocar los viejos cánones religiosos nos sirvió para edificar otros, basados en el método experimental y la razón, pero que en términos generales, operan de la misma forma y regulan las mismas pasiones.

Hoy en día, la moral es determinada por los avances científicos y tecnológicos, bajo la misma premisa que lo teológico y religioso lo hiciera en otros tiempos, es decir, la promesa de una "vida eterna", aun cuando ambas puedan sean ficticias, de lo que se sigue que, no debemos comer en exceso, mas no por el pecado capital de la Gula, sino porque el sobrepeso daña mi organismo provocando enfermedades cardiovasculares, diabetes y colesterol, las cuales pueden desembocar en la muerte... tampoco debemos llevar una vida de pleno libertinaje sexual, pues más allá (o más acá) del pecado de Lujuria, está el riesgo de contraer una Enfermedad de Transmisión Sexual como lo puede ser la sífilis, gonorrea, herpes o VIH, y así incluso arrebatarnos lo único que tenemos, nuestra vida terrenal...

En uno u otro caso, ambos sugieren y dictan pautas de comportamientos con la promesa de una larga vida, ya sea celestial o terrenal, y con dichos patrones continúan regulando nuestros deseos y prohibiciones más íntimas en el seno ya no del alma, sino ahora del psíquismo.


sábado, 24 de marzo de 2012

Interpretar [con] Freud


Comparto el ensayo que da nombre al libro de Jean Laplanche, reconocido psicoanalista francés cuyos libros son escasos en castellano y de difícil acceso.


Jean Laplanche. Interpretar [con] Freud y otros ensayos. Buenos Aires, Nueva Visión, 1984 (págs. 21 - 36)

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jueves, 1 de marzo de 2012

Seminario de Introducción a la Filosofía Clásica



Información completa y confirmación de asistencia favor de contactarme vía correo electrónico: jose_vieyra_rdz@yahoo.com.mx


Primera sesión
TEMARIO
· ¿Qué es filosofía?
· Los antecedentes de la filosofía griega
· Mito, poesía, sabiduría y filosofía
· Condiciones para el surgimiento de la filosofía
· El paso del μῦθος (myhtos) al λóγος (logos)
· El problema de los primeros filósofos: φύσις (physis)
· Presocráticos
· Filosofía de la Naturaleza
· Escuela Jónica
o Escuela de Mileto
§ Tales
§ Anaximandro
§ Anaxímenes

o Heráclito de Efeso


Bibliografía básica

Aristóteles. Metafísica. Ed. Porrúa. México. 1977

Diógenes Laercio. Vidas de los filósofos más ilustres. Editorial Porrúa, México. 1984.

Eggers Lan, C. Juliá, V. Cordero, N. La Croce, E. Los filósofos presocráticos I. Editorial Gredos. España. 2007

Kirk, C. Raven, J. Shofield, M. Los filósofos presocráticos I. Editorial Gredos. Madrid. 1970.

Patrie, A. Introducción al estudio de Grecia. Historia, antigüedades y literatura. FCE. México. 1961

Rivera, J. Heráclito, El esplendente. Bickle Ediciones. Chile. 2006


Bibliografía complementaria

Abbagnano, N. Diccionario de filosofía. FCE. México. 2004

Copleston, F. Historia de la Filosofía. 1: Grecia y Roma. Ariel Ediciones. España. 2004

Dilthey, W. Historia de la filosofía. FCE. México. 1973

Freud, S. Nuevas conferencias de Introducción al psicoanálisis. Conferencia XXXIII. En torno a una cosmovisión. Obras Completas. Tomo XXII. Ed. Amorrortu. Argentina.

Tola, F. Dragonetti, C. Filosofía de la India. Del Veda al vedanta. El sistema Samkhya. Kairós. Barcelona. 2000.

sábado, 11 de febrero de 2012

Bunge contra Lacan: la serpiente que se muerde la cola


En su Diccionario de filosofía (Siglo XXI, 2005) Mario Bunge acuña neologismos malintencionados para desprestigiar a aquellas corrientes filosóficas o teóricas con las que no comulga (chatarra filosófica, para utilizar un término de él). Como es su costumbre esgrime argumentos venenosos en contra de la filosofía lingüística, el marxismo… y el psicoanálisis.

Es sumamente llamativo encontrar que aquellos términos con los que él trabaja y considera correctos, están definidos en términos bastante serios, sin embargo casi la mitad de su libro está dedicado a ironizar sobre lo que le desagrada.

Uno de los términos que considera digno de ser mencionado en su reducido vocabulario, es Charlacanismo que lo define como “género literario introducido por el psicoanalista frances Jacques Lacan, quien admitió que el psicoanálisis no es ciencia sino "l´art du bavardage"”. Con esta definición, de pretensiones humorísticas, intenta vincular al psicoanálisis lacaniano con la charlatanería.

Uno de los términos que maneja Bunge “seriamente” es Contexto que lo define como “cualquier dominio o universo del discurso al que pertenece un determinado elemento o en el que está inserto… La indicación del contexto es importante, pues aunque un constructo puede tener sentido en un contexto, en otros puede ser un sinsentido. Tan importante es que un truco retórico común, aunque deshonesto, es la cita de frases fuera de contexto”.

Una vez dicho por él mismo que un truco retórico deshonesto es citar frases fuera de contexto, trascribamos aquí el fragmento de donde es tomada la frase de Lacan:

[el psicoanálisis] es una práctica que, dure lo que dure, es una práctica de charlatanería (bavardage). Ninguna charlatanería carece de riesgos. Ya la palabra charlatanería implica algo. Lo que implica está suficientemente dicho por la palabra charlatanería, lo que quiere decir que no hay más que frases, es decir lo que se llama "las proposiciones" que implican consecuencias, las palabras también. La charlatanería lleva la palabra al rango de babear (baver) o de espurrear, la reduce a la suerte de salpicadura (éclaboussement) que resulta de eso” (Seminario 25, El momento de concluir. Inédito).

Resulta obvio que el psicoanalista francés utiliza “bavardage” (charlatenería) en este contexto, bajo el entendido de práctica que se basa en la charla, pues “no hay más que frases”. Pero dicha afirmación, tomada de manera aislada, hace decir lo que Mario Bunge busca.

Así pues, hubiese sido conveniente que el autor del citado diccionario debió haber incorporado otro término en su libro, el de Ouroboros: “Símbolo de origen egipcio que presenta una serpiente que muerde su propia cola. En el campo teórico sirve para designar aquellos filósofos que implementando sus propios argumentos se pueden refutar. Sinónimo: Bunge”.

domingo, 29 de enero de 2012

Las cuatro formas de explicación del mundo

(Primera parte: Religión y Arte)


Quizá el rasgo único que prevalece en las más diversas culturas y épocas es la inquietante y constante duda sobre el por qué de aquello que se presenta ante nosotros. Aristóteles mismo abre su escrito sobre filosofía primera (lo que a nosotros nos ha llegado con el nombre de Metafísica) con la frase “todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber”, Descartes también utiliza un argumento muy parecido para comenzar su famoso Discurso del método, en él escribe: “el buen sentido es la cosa que mejor repartida está en el mundo… la facultad de juzgar lo verdadero de lo falso, es por naturaleza igual en todos los hombres”. Si bien, podemos aceptar unánimemente que en el ser humano está arraigada la duda o el ímpetu de querer conocer, lo cierto es que la forma en que se cree llegar al conocimiento es muy diversa.

En los tiempos que nos toca vivir, el conocimiento sobre el porqué de todo, parece reducirse cada vez más a una sola posibilidad, me refiero a la respuesta científica, aun cuando lo cierto es que esta es la última que ha venido a incluirse en las formas de explicación del “mundo” (llamemos por el momento “mundo” a todo aquello que tenemos la posibilidad de percibir).

Con mucha probabilidad, la explicación primera que se presentó en nuestros antepasados es el denominado “pensamiento animista”, en el cual las cosas poseían un alma que las impulsaba a actuar de determinadas formas, este tipo de explicación ha ido evolucionando y prácticamente se ha convertido, hoy por hoy, en la base de lo que denominamos religión o pensamiento teológico, pues es la creencia de un espíritu, alma o ser supramaterial que hace que las cosas se comporten de tal o cual manera. Así, para decirlo en forma sencilla, podemos afirmar que la primera forma de explicación del mundo fue la explicación animista, mítica, o como hoy la denominamos: religiosa.

Imaginemos a los primeros hombres de la tierra intentando hacer explicaciones sobre lo acontecido en su alrededor, si bien con mucha seguridad tenían conocimientos claros y certeros en lo relacionado con la vida cotidiana empírica, pues seguramente sabían que si caminaban hacia un acantilado al llegar al borde caerían (porque ya no hay suelo en el cual pisar, aun cuando evidentemente esta no es una explicación sino un conocimiento concreto), o que al comer desaparecería la sensación de malestar que nosotros damos por llamar hambre (también conocimiento empírico), sin embargo, hay otros elementos que no eran capaces de conocer con certeza, como el porqué llueve, y es ahí en donde nace el pensamiento animista dotando de alma a los fenómenos naturales que no parecen tener una “explicación empírica”. Sin embargo, ahora se enfrentaban a un problema, si hay “alguien” que provoca la lluvia, ¿cómo hacer para que la genere en ciertos momentos o para hacer que la detenga en algunos otros? Es así como surgió la veneración a estas “almas” y a la par de ello, el arte.

Y es que con las ofrendas, reverencias o rituales para con las almas que operaban en las cosas para poder obtener los fines convenientes para el propio hombre, también está implícito el cómo poder comunicarse con ellas, por lo cual manifestaciones que quizá el propio hombre utilizaba para “comunicarse” entre sí ahora lo comenzó a utilizar para la veneración de los seres superiores. Por supuesto, en este rápido recorrido omitimos la laboriosa tarea de la creación de los conceptos y por ende del lenguaje, en tanto estos son la base del pensamiento. En fin, una vez con conocimiento prácticos sobre las cosas, incluyendo la manipulación de objetos para fines particulares, se presenta la imitación de la naturaleza pero con fines comunicativos, por ejemplo, la imitación de un sonido, o la representación gráfica de un animal, por lo cual vemos que la música o la pintura, son formas de comunicación pero también de explicación, pues a través de ellas de alguna manera está presente la posibilidad de significar al mundo.

En otras palabras, el arte nace como una forma de comunicación no solamente conceptual, sino además emotiva, en donde la mezcla de la creencia de cierto poder sobre el mundo a través del trabajo y la transformación del mismo junto a las más intensas emociones dan por resultado las primeras manifestaciones artísticas. Así, podemos decir que la segunda forma de explicación sobre el mundo se da en el arte, sin embargo, este tipo de explicación está basado en la emotividad y su expresión en el mundo.