lunes, 23 de agosto de 2010

Una aplicación de la Filosofía del derecho y el Psicoanálisis
a partir de un caso público



"Nada nos da derecho a dar por sentado que el hombre
tiene una naturaleza o esencia en el mismo sentido que otras cosas...
las condiciones de la existencia humana

-natalidad, mortalidad, pluralidad, mundanidad-
nunca pueden explicar lo que somos o responder
a la pregunta de quiénes somos,
por la sencilla razón
de que jamás nos condicionan absolutamente"

Hannah Arendt. La condición humana.


“El creyente no dejará que lo arranquen de su fe
ni por medio de argumentos, ni de prohibiciones.
Y sí se lo lograra en el caso de algunos, sería una crueldad”

S. Freud. El porvenir de una ilusión


“La religión conoce bastante sobre dar sentido:
da sentido a la vida humana, por ejemplo”
J. Lacan. El triunfo de la religión



Durante los últimos días, en nuestro país hemos sido testigos de una lucha de declaraciones, disputas y acusaciones entre jerarcas de la iglesia católica y representantes del estado. Me refiero específicamente a las declaraciones que el cardenal Juan Sandoval Iñiguez manifestó en contra de la ley que permite los matrimonios entre parejas del mismo sexo, además de otorgar la posibilidad de la adopción de menores por parte de estos matrimonios. El cardenal incluso llegó a argumentar como explicación de que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) hayan dado su visto bueno a la ley es a causa de que los “maicearon” (chantajearon).

Esta discusión, me parece, sobrepasa los meros límites de la libertad de expresión o la calumnia, así mismo también los de la separación de la iglesia y el estado, que en última instancia pueden estar bien limitados en su superficialidad pero en la práctica no, tomo por ejemplo al ministro de la SCJN Salvador Aguirre Anguiano quien es conocido por pertenecer al ala más conservadora de la política mexicana, y además declarar su fe católica, por lo que uno podría aventurarse a pensar que esto influyó en su lectura de la ley y lo llevó ser uno de los dos ministros que dieron su voto en contra de dicha ley. Así, podemos decir que el pensamiento religioso tiene injerencia de una manera secundaria en las tomas de decisiones en la política de un país.

Ahora bien, si sobrepasa los límites antedichos es porque pienso que remite a una rencilla que se circunscribe a la filosofía del derecho, me refiero ahora a la oposición entre Iusnaturalismo y Iuspositivismo.

El Iusnaturalismo es la visión del derecho que sostiene que existe un conjunto de valores y principios que son universales e independientes totalmente del contexto histórico y social, por lo cual es la concepción en la que se adentra la argumentación religiosa al hablar sobre derecho, pues conviene en que dichos valores y principios son divinos, es decir, aquellos que son otorgados por dios.

Por su parte, el Iuspositivismo comienza por hacer una separación entre el orden moral y el derecho, además se legitima en tanto emana de un poder soberano del estado y no de valores trascendentales.

La clara oposición entre estas visiones se puede rastrar hasta las Diálogos de Platón, en ellos podemos ver a un Sócrates instalado en un Iusnaturalismo (derecho natural) en contra de sus rivales los sofistas que defienden el relativismo, negando así la existencia del valor universal, por lo que se les colocan dentro del Iuspositivismo (derecho positivo). O en los términos en los cuales lo disputan en la antigua Grecia: el nomos (norma o ley, que en último caso remite a las convenciones sociales) en contra de la physis (naturaleza, entendida como todo lo que es por sí mismo, incluyendo una ley natural).

Como caso paradigmático de la defensa del nomos tenemos a Protágoras y su célebre aforismo “el hombre es la medida de todas las cosas, de las existen en tanto existentes; de las que no existen como no existentes”, con lo cual se argumenta la imposibilidad de conocer una ley que pueda ser universalmente válida en todos los tiempos y lugares, puesto que somos los mismos hombres quienes damos la validez a dicha ley, por lo cual no se puede corresponder a un concepto más elevado.

A lo largo de la historia tenemos acontecimientos importantes que podemos encontrar basados en uno y en otro caso. Así, tomemos al derecho divino, el cual dicta que un rey es gobernante por la voluntad de dios y no por sucesos temporales o jurídicos, por lo cual se debe aceptar su autoridad y legitimidad, encuentra, así mismo, su sustento dentro del Iusnaturalismo, este derecho se llevó a cabo durante mil años en occidente, teniendo como primer caso al rey Pipino III quien en el año 751 fue ungido por el Obispo Bonifacio, y se tiene como último representante importante en el rey francés Luis XVI, cuya cabeza rodó durante la revolución francesa demostrando la falsedad de dicho derecho y dando paso a un derecho positivo basado en el lema “libertad, igualdad y fraternidad”.

Por otro lado, ya en el siglo XX, tenemos el mejor caso para ilustrar acerca de lo atroz que puede llegar a ser el Iuspositivismo, me refiero a la Alemania Nazi la cual suprimió los derechos civiles de los judíos, dando por resultado que lo que se cometía en contra de los judíos no podían ser considerados actos ilegales. De este momento, precisamente, surgen los Derechos Humanos, que aun cuando los podemos inscribir en un Iusnaturalismo porque otorgan derechos naturales a todos los hombres por el simple hecho de existir, no se logran constituir como verdaderos derechos en tanto ellos no entren en un marco jurídico, que es lo que sucede actualmente, en donde la Comisión Nacional de Derechos Humanos se limita a emitir recomendaciones o condenar ciertos actos, pero no llegan a tener una injerencia directa, en tanto siguen estando supeditadas al derecho jurídico en turno.

Este extenso rodeo nos sirve para retomar nuestro tema inicial, y comentar que la posición desde la cual se argumenta la defensa de la familia clásica y la importancia de la prohibición para que los menores tengan una familia homoparental, están basados en viejos prejuicios Iusnaturalistas, remitiendo toda la discusión a valores trascendentes y externos a nuestro contexto social y cultural, mientras que la argumentación que por su parte hacen los representantes del gobierno del Distrito Federal, está basada en el Iuspositivismo el cual declara que la ley cambia y se autoriza en tanto viene del poder en turno, además de marcar fuertemente la línea divisoria entre moral y derecho, mientras que los monarcas católicos la pretenden borrar, declarando incluso que estas leyes actúan en contra del sentir del pueblo, recordemos rápidamente que moral tiene su raíz etimológica en el latín mor-is que significa costumbre.

El problema, sin embargo, se le presenta aún más fuerte a la visión religiosa al intentar dar cuenta de la naturalidad de sus prácticas, como lo es la restricción para formar una familia por parte de sus sacerdotes. Pues si la familia es del orden de lo natural, por ende es buena. Y es que precisamente lo que dejan de lado quienes se oponen a las reformas que ya entraron en vigor en el Distrito Federal, es que la familia tampoco es natural, sino que también es una construcción cultural para favorecer el mantenimiento de la vida humana, pues el mismo recién nacido necesita del cuidado y la guía del Otro que le haga devenir sujeto. Incluso, la misma manifestación de intolerancia en contra de estas uniones entre homosexuales las podemos entender como una intolerancia al goce del otro, es decir, a la forma particular del goce de los homosexuales, el cual se nos presenta como diferente al nuestro y en tanto es así, se presenta el imperativo de restringirlo, de organizarlo de manera diversa, en “la intolerancia al goce del Otro, es el Otro aquél que esencialmente roba mi goce” (Miller, J. A. Extimité. Inédito. Citado por Zizek en El acoso de las fantasías).

Freud, por su parte, piensa a la cultura como todo lo que precisamente está en contra de la naturaleza, en su escrito El porvenir de una ilusión nos dice: “la cultura comprende todo el saber y el poder conquistados por los hombres para llegar a dominar las fuerzas de la Naturaleza y extraer los vienes naturales con que satisfacer las necesidades humanas, además son las organizaciones necesarias para regular las relaciones de los hombres entre sí”. Freud nunca dudó en responsabilizar a la “moral cultural” (prácticamente un pleonasmo, pues nos enseña que toda moral es cultural) de muchas de las afecciones psíquicas, dentro de esta moral por supuesto está incluida la religión, que en momentos llegó a compararla con la neurosis obsesiva, pues encontró similitudes muy llamativas entre las prácticas religiosas y los rituales obsesivos, concluyó desde 1907 que los ceremonias obsesivas al igual que las religiosas funcionan como una defensa ante la tentación experimentada por el influjo pulsional y que ha sido reprimida, así “las acciones ceremoniales y obsesivas nacen en parte como defensa frente a la tentación, y en parte como protección frente a la desgracia esperada” (Acciones obsesivas y prácticas religiosas. 1907), se desea y se teme a la vez.

E incluso podemos remitirnos para clarificar de mejor manera, como lo hizo Lacan en el Discurso a los católicos, a la epístola de Pablo a los Romanos en donde nos dice “¿Qué, pues, diremos? ¿La Ley es pecado? ¡De ninguna manera! Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley; y tampoco conocería la codicia, si la Ley no dijera: «No codiciarás»” (Romanos 7:7). Mostrándonos de esta manera que precisamente antes de la ley no hay mal, pero tampoco bien, incluso como lo sabemos desde Freud, la prohibición crea el deseo. Por ende, los religiosos no deberían estar tan preocupados por las libertades que se otorgan en el plano civil, pues una la ley permisiva pierde su estatuto cautivante que invita a transgredirla.

Cabe señalar también que la religión, nos dice Freud, no sólo prohíbe y limita la pulsión, a la vez brinda cierta satisfacción a la pulsión, pues nos otorga la promesa de la vida eterna, argumento suficiente en muchos casos para renunciar a la satisfacción inmediata por un goce aun mayor, incluso eterno.

Lacan, por su parte, se va a distanciar en cierta medida del maestro cuando se pronuncia a favor de la verdadera religión, la cristiana. Y no porque Lacan sea creyente, sino porque considera que la dificultad que tiene el psicoanálisis frente a ella es que la religión dispensa sentido, mientras el psicoanálisis lo extrae, pensemos en la cura analítica en la cual precisamente se lleva a cabo disminuyendo el sentido prefijado en un síntoma, mientras que la religión por el contrario, es la encargada de obturar faltas, de responder ahí donde los demás tienen sólo preguntas. Por ejemplo: ¿habrá efectos que pudiéramos considerar negativos en los niños que serán adoptados por parejas de homosexuales? El psicoanálisis está imposibilitado para responder, en tanto su argumentación pasará como especulación teórica sobre lo no acontecido, mientras la religión se guarda un lugar privilegiado, el lugar del saber.



_________________________________________________

Bibliografía

Freud, S. Acciones obsesivas y prácticas religiosas (1907). Obras Completas. Vol. IX. Ed. Amorrortu. Argentina. 1985.
Freud, S. El porvenir de una ilusión (1927). Obras Completas. Vol. XXI. Ed. Amorrortu. Argentina. 1985.
Hannah Arendt. La condición humana. Ed. Paidós. 2005
Lacan, J. El triunfo de la religión precedido de Discurso a los católicos. Ed. Paidós. Argentina. 2007
Marcone, J. Hobbes, entre el iusnaturalismo y el iuspositivismo. Artículo digital.
Platón. Diálogos. Ed. Porrúa. México. 1985
Zizek, S. El acoso de las fantasías. FCE. México. 2005


martes, 17 de agosto de 2010




El problema del narcotráfico, en el fondo, no es un problema legal ni mucho menos de salud, es y siempre ha sido un problema ético.





domingo, 15 de agosto de 2010



Con cierta regularidad me preguntan cuál es la importancia del estudio de la Filosofía, o bien, los motivos por los que es pertinente la experiencia psicoanalítica. La respuesta aunque no exactamente a las mismas preguntas pero sí en esencia a la misma inquietud, nos la dio el fiilósofo griego, Sócrates, momentos antes de beber la cicuta y morir: "una vida sin examinar no merece ser vivida" (Platón, Apología).