sábado, 24 de octubre de 2009

Una falsa solución al origen de la ética



por José Vieyra Rodríguez



La ética, etimológicamente, proviene del vocablo griego ἦθος (ethos), palabra que originalmente designaba a la morada o lugar donde se habita, pero terminó por ser entendida como el carácter o modo de ser de alguien [1], debido a esto se ha entendido comúnmente, incluso estudiosos de la lengua griega [2], al término ἦθος como costumbre, igualmente hallamos esta equiparación en algunos filósofos que se han dado a la tarea de realizar bastos diccionarios [3].

Encontramos aquí un primer tropiezo, pues hay también quien asegura que los griegos tenían dos palabras para referirse a cada uno de los significados anteriores, por un lado está εθος (con épsilon, cuya pronunciación es corta) para referirse a la morada, mientras que ἦθος (con eta, cuya pronunciación es más larga) lo utilizaban para referirse propiamente al carácter [4], por lo que al hablar de ἦθος debe comprenderse que se constriñe al carácter del hombre y no a una costumbre, pues las costumbres varían conforme al espacio y tiempo, mientras el carácter referido por lo griegos no era entendido de la manera en que actualmente se hace, pues para los escritores griegos [5] no hay un carácter individual (como lo hace ver la psicología moderna) sino un carácter propio del hombre, pues “todos los escritores griegos, desde los tiempos primitivos, no tienen su raíz en el cultivo de la subjetividad, como en los tiempos modernos, sino que pertenecen a su naturaleza. Y cuando alcanzan conciencia de sí mismos, llegan por el camino del espíritu al conocimiento de leyes y normas objetivas cuyo conocimiento otorga al pensamiento y a la acción una seguridad antes desconocida”[6] .

Observamos como la disputa sobre la etimología de la palabra “ética” comienza a gestarse en el terreno de la interpretación, ya no de un texto a modo de una exégesis o hermenéutica rigurosa, sino de una verdadera sobre-interpretación de algunos signos lingüísticos para determinar a un concepto filosófico.

Regresando un poco, nos topamos aquí con un problema el cual no ha sido superado todavía, pues vemos que dependerá de la opción que se tome en cuanto al origen etimológico de la palabra para poder limitar su extensión, detengámonos un poco más en este aspecto, pues si seguimos a quienes nos proponen, como Ferrater Mora, entender a ἦθος como costumbre pararemos en la siguiente conclusión; desde la filosofía aristotélica parece indicar que el término ético “es tomado primitivamente solo en un sentido de adjetivo […] pues las virtudes éticas son las que se desenvuelven en la práctica y las dianoéticas las que son propiamente intelectuales” [7], pero rápidamente entramos en contradicción al intentar seguir su propia concepción del término ética pues continúa diciéndonos “las primeras tienen su origen directo en la costumbre y el hábito […] mientras que las segundas pertenecen a las virtudes fundamentales, las que son como los principios de las éticas” [8], realmente no interesa aquí el adjetivo “ética” pues sería sinónimo de costumbre, así que podemos entender entonces que hay “virtudes acostumbradas” (las que guían al comportamiento) y virtudes que dan sustento a las anteriores (como la sabiduría y la prudencia), así la ética se subordina al concepto de αρετή [areté], es decir de la virtud, aquí podemos encontrar quizá el origen de la con-fusión de αρετή y ἦθος, para terminar por entender cómo la ética pasó a ser el estudio propio de las virtudes independientemente de su contexto social, pues no debemos olvidar que los griegos encuentran primordial fomentar el αρετή en el ciudadano griego, he aquí la importancia de dicho término desde Homero hasta Platón, culminando en la fusión con ἦθος en Aristóteles.

Si seguimos este camino, estrictamente hablando la ética sería el estudio de las costumbres, o bien, interpretando, concluiríamos diciendo que es el estudio del comportamiento que se dirige (teleología) a una virtud, pero aquí encontraríamos un problema no vislumbrado con anterioridad, ¿qué es la virtud? Pues las virtudes, de ser cualidades esperadas en el hombre, ¿cómo puedo saber cuáles son verdaderamente? Nos dirigimos ahora a un problema de valoración de cualidades además del universal en cuanto ellas.

Si por el contrario, seguimos a quienes proponen comprender a ἦθος como carácter, habríamos de decir que la ética es el estudio del comportamiento de las personas en su obrar, pero dicha definición no tiene parámetros reales para evaluarse, es decir, ¿cómo podría ser estudiado un comportamiento sin algo con qué evaluarlo? Un estudio puramente comportamental sin juicio de valor nos daría lo que en psicología se conoce como registro de conductas por medio de observación, sin nada con qué comparar o contrastar. Ahora, si enmarcamos el concepto carácter dentro de la sociedad griega, encontramos cómo la evolución y concepción del carácter es también ambigua, así, el carácter no es el mismo el esperado de un guerrero que el de un esclavo o el de un filósofo, una vez más, el referente es establecido por los griegos desde una visión ideal de ellos mismos.

La situación se complica aun más, pues si intentamos comprender la relación entre ética y moral, la solución será una vez más la misma. Rastrear la etimología según convenga comprender y desde aquí comenzar a construir la definición. Veamos.

La palabra moral proviene del latín mos (caso nominativo singular) y significa costumbre [9]. Por lo que la primera propuesta y más común que nos brindan algunos libros sobre filosofía es que la ética es el estudio de la moral, pero dicha afirmación está basada en una interpretación superflua de ambos términos, es de hecho una superposición determinada únicamente en sentido cronológico de las palabras.

Algunos afirman que mos derivó de los dos términos griegos, tanto ἦθος como εθος, pues los latinos los fundieron, puesto que incluso en latín mores (caso nominativo plural) “refiere al modo de ser, de vivir, incluso al carácter que mueve el accionar” [10], así se echa abajo toda diferencia real entre moral y ética, pues aun cuando sea carácter o costumbre, ambos términos son verdaderamente sinónimos, no solamente análogos.

Tales conclusiones son, por supuesto, decepcionantes entre muchos estudiosos, pues lo anterior no brinda soluciones verdaderas al problema del origen de la ética, incluso complica aun más al invalidar cualquier posible distinción entre moral y ética, aun cuando en la actualidad tienda más a confundirse a estos términos, pues parecen volver a ser sinónimos, sin saber siquiera de qué.

La pregunta incluso cambia ya no al origen de la ética, sino a ¿qué es la ética? La solución para responder parece orientarse únicamente en sentido particular e interpretativo, es decir, dependiendo de la interpretación que se de a la etimología se encontrará su definición, pues se comenzará a circunscribir así su definición a un término, es una sobre-interpretación de ἦθος y desde ahí se dará (incluso en retrospectiva como lo hacen aquellos que estudian la ética en las culturas antiguas como la egipcia [11]) su significado, para postular o bien la ética como un estudio posible de ser universal o la ética como particular, lo que inevitablemente conduciría al relativismo cultural tan temido por Sócrates como por algunos filósofos contemporáneos.

Concluyamos que en filosofía, darse a la tarea de definir ciertos términos es labor ardua que puede conducirnos a una simple disputa de orígenes de palabras, cuando quizá es pertinente omitir intencionalmente su etimología y reformular el sentido del término en la actualidad, aun cuando esto una vez más puede ser escandaloso para muchos, pues no universaliza el concepto ni respeta su momento de concepción, pero debemos estar prestos a entender que el significado de una palabra cambia y esto tiene efectos en la practica, aun racional, de nosotros.

Sócrates fue el más grande oponente de los sofistas y por eso se le hace honor al ser parteaguas de la filosofía, pues es oficialmente un antes y un después de él, sin embargo también nos heredó un miedo hacia los sofistas y el relativismo, hemos aprendido a desdeñarlos y tildar de sofista al farsante de la filosofía, pero ello no debe impedirnos proceder en determinadas ocasiones como ellos.

Rastrear la etimología de una palabra para a partir de ahí enlazarla con una supuesta esencia de la misma pudiendo encontrar así el concepto universal, ya nos mostró Platón con su famoso diálogo Cratilo o del lenguaje la imposibilidad, incluso al darnos una inmensa cantidad de falsas etimologías que utiliza para sustentar sus concepciones filosóficas, debemos aprender también de este erróneo proceder y quizá apostar a re-crear a los propios conceptos de filosofía para responder no ya a la pregunta ¿qué es la ética? sino ¿qué es la ética hoy? Por lo que podemos también reformular la pregunta ¿cuál es el origen de la ética? para preguntarnos de mejor manera ¿cuál es el origen de la ética tal como la entendemos ahora?

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[1] Cibernous. Mapa y territorio de la filosofía. Glosario de términos. Enlace directo aquí.
[2] Mateos, A. Etimologías griegas del español. Ed. Esfinge. México. 1993. p.p. 181
[3] Ferrater Mora, J. Diccionario de filosofía. Alianza Editorial. España. 1979
[4] Pabon, J. Diccionario griego-español. 11va. Edición. Vox. Barcelona. 1979
[5] Estamos en el terreno de la escritura, aun cuando se ha introducido en esta discusión elementos fonéticos en cuanto a la duración de su pronunciación, -puesto que ambas corresponden a nuestra e - la importancia radica en el matiz semántico.
[6] Jaeger, W. Paideia. Los ideales de la cultura griega. FCE. México. 1990
[7] Ferrater Mora, J. Op.cit.
[8] Ibidem
[9] Mateos, A. Gramática latina. Ed. Esfinge. México. 1998. p.p. 300
[10] Bonafina, P. Sobre la diferencia entre ética y moral. Filosofía nueva. Página web. Enlace directo aquí.
[11]Gomez Danés, P. Ética I. las culturas antiguas. Cuadernillos. Edición de autor. Monterrey, México. 2001.