lunes, 5 de julio de 2010

El futbol y su lánguida deshumanización




por José Vieyra Rodríguez



“Al vaciarse el arte joven del patetismo humano,
queda sin trascendencia alguna,
como sólo arte, sin más pretensión”

José Ortega y Gasset



I. ¿Es el futbol un arte?

Apenas unos días atrás, una amiga y compañera de estudio me compartía la forma en que veía el futbol, para ella no es simplemente un deporte, es además un arte, llegó a afirmar “si algunos futbolistas escribieran libros con las piernas y un balón, seguramente ganarían un premio nobel”. Me parece que la comparación no está para nada alejada, lo que ella me compartía era el goce estético que le producía ver un partido de futbol, no sólo la emoción por su equipo o la alteración corporal que le puede producir saber ganador al conjunto de su pasión, sino además, que observar lo que los jugadores son capaces de hacer le genera, por sí mismo, un goce equivalente al que le produce ver una obra de teatro o leer una buena novela.

Siguiendo la lógica planteada anteriormente nos damos cuenta que efectivamente el futbol opera con elementos parecidos al de las obras artísticas, es decir, si el futbol fuera momentáneo y su capacidad de capturar sólo en relación al efímero momento en el que se genera la jugada, no tendría la cualidad de capturar años después al volver a ver aquella hermosa jugada de Pelé o el impresionante gol de Maradona. ¿Qué objeto tendría repetir una y otra vez jugadas que no tienen un valor actual? Sin embargo, efectivamente, el valor se genera en el goce estético que provocan, su valor –que está más allá del resultado del partido– es dado por su capacidad de generar ese goce fuera de lo deportivo. Y si no es así ¿para qué sirven las repeticiones de aquellas jugadas que no son dudosas y tampoco impactan en el marcador del partido, y que, sin embargo, las podemos denominar virtuosas? De la misma forma en que somos capaces de deleitarnos una y otra vez con una película que hemos repetido innumerables veces, la repetición de la jugada nos captura en ese goce estético cimentado en la pulsión escópica.

Continuando por esta misma línea, observamos otra similitud con la obra artística y el partido de futbol por televisión, pongamos por ejemplo una representación teatral (lo mismo vale para el cine y todas las demás artes), cuando uno asiste a una obra de teatro se le presentan dos posibilidades al espectador, por un lado, dejarse atrapar por los actores y trasladarse como ese intruso que husmea en las vidas de los personajes, es decir, disfrutar la obra artística, o por otro lado, prestar atención al cambio de luces, lo trazos de los actores, la escenografía y la actuación, en otras palabras, observar la obra de teatro en su más burdo sentido y sin embargo más cercano a la realidad. Lo anterior, denota la imposibilidad de observar el arte y la realidad a la vez, al igual que al leer un libro, o vemos las letras convertidas en imágenes y voces, o vemos el libro impreso sin que nos diga nada. En tanto, el futbol provoca exactamente la misma sensación, nos presenta dos alternativas, ver el partido de futbol en su dimensión deportiva y olvidar por un instante que observamos un televisor, o vemos el televisor, observamos una caja con imágenes que no nos incumben. Y aquí es precisamente en el segundo punto en el que quiero detenerme, pues la tecnología que se impone vehemente introducirse en el futbol, funge precisamente como la principal participante para el alejamiento de lo humano. La tecnología en los deportes nos recuerda constantemente nuestra mirada fija en un televisor y no en el deporte como tal. Hagamos algunas observaciones antes de seguir avanzando.



II. La tecnología al servicio de la deshumanización


José Ortega y Gasset escribió en 1925 un breve ensayo titulado La deshumanización del arte, en dicho escrito el filósofo español traza algunas líneas para comprender hacia dónde se dirige lo que él denomina “el arte joven”, este nuevo arte dice tener menos de treinta años de haber nacido. Ortega y Gasset propone que la “mera sensibilidad está dominada en el arte joven por un asco a lo humano”[1], entendiendo por humano todo aquello que le es propio en tanto limitaciones, como lo es la vejez, el error, etc. Retomando nuestro tema, la tecnología lleva a la perfección este papel de deshumanización, puesto que se empeña en echar fuera del arte deportivo todo el componente humano de error, no sólo porque se le pretende utilizar para enmendar errores humanos, sino porque incluso vemos repeticiones en la televisión en las cuales los jugadores se vuelven –literalmente– no humanos, simples trazos virtuales que permiten observar una jugada desde el ángulo que se desee.

Ahora, durante el mundial de futbol Sudáfrica 2010, vuelve una vieja polémica: la necesidad de introducir la tecnología para que los árbitros tomen decisiones dentro del partido. Esto debido al escándalo desatado a partir de malos arbitrajes en diversos encuentros, obligando incluso al presidente de la FIFA, Joseph Blatter, a exponerse a la penosa situación de pedir disculpas públicas a dos selecciones, tanto a México como a Inglaterra, después de que el árbitro tomó decisiones equivocadas que a la luz de la tecnología evidencian el error.

¿Es verdaderamente únicamente positivo el uso de la tecnología en los deportes? Considero que no, la búsqueda incesante de perfección, apoyado en el uso de pantallas, cámaras, repeticiones virtuales, etc., lo que nos muestran es el horror a lo humano, al error, nos muestran el temor y la negación de nuestra propia condición, no tan sólo en tanto seres susceptibles al error, sino también al fraude, al favoritismo, la extorsión, el apoyo condicionado, etc.

En el portal de YouTube, es interesante encontrar las “repeticiones” de los goles de los partidos del mundial, pero totalmente virtuales en las cuales precisamente lo que está más presente es el deshacerse de lo humano para dar paso a la “simulación” intencionada de nosotros mismos. En el texto citado Ortega y Gasset escribe “el arte del que hablamos no es sólo inhumano por no contener elemento humanos, sino que consiste activamente en la operación de deshumanizar”[2], de la misma manera, el deporte actualmente se empeña activamente en requerir lo menos posible del humano. En caso de que la tecnología se utilice para tomar decisiones difíciles, se estará volviendo el futbol –como muchos otros deportes– un deporte para verlo por televisión, despojando a la masa de su participación activa para dejarla como agregado ornamental. “Aunque sea imposible un arte [deporte] puro, no hay duda de que cabe una tendencia a la purificación del arte [deporte]. Esta tendencia llevará a una eliminación progresiva de los elementos humanos, demasiado humanos… y en ese proceso se llegará a un punto en el que el contenido humano casi no se le vea. Entonces tenemos un objeto que sólo puede ser percibido por quien posea ese don peculiar de la sensibilidad artística [tecnológica]”[3] . La tecnología no asemeja la realidad, la desplaza.

A la par del deporte, el cine hace lo suyo, hemos tenido la oportunidad de observar en las salas cada vez más películas que se realizan sin actores, ya sea porque ser totalmente creados los personajes fotorealísticamente como en el caso de Final Fantasy, o bien, como el caso de la película Avatar, en la cual los actores son tan sólo las formas de los personajes, perfeccionando de esta manera cualquier resto de incapacidad humana, para decirlo técnicamente, tanto el arte joven como el deporte niega la castración simbólica por una dejo de imaginario.

Para finalizar, tomaré un último ejemplo bastante actual y conocido, me refiero a la polémica que también se ha desatado en este mundial a partir del balón creado para este evento, y es que el “Jabulani” tuvo severas críticas por ser demasiado imprevisible y flotante, debido a ello algunos científicos se dieron a la tarea de investigar el porqué de esas cualidades y sus conclusiones publicadas fueron que la trayectoria que toma el balón –extraña para los jugadores– se debe, tal vez, “a un exceso de perfección, pues la pelota es demasiado redonda […] (tiene) características aerodinámicas parecidas a una esfera perfecta. Podría salir disparada con más velocidad pero ir más lenta brutalmente […] Esto es una evolución inversa en relación a otros deportes. En tenis y en béisbol, hay irregularidades en la pelota precisamente para que pueda tener una trayectoria más estable y más controlable”. Una vez más, si tomamos como verídica esta conclusión, resulta ser que la tecnología que se introdujo para el perfeccionamiento del balón, resultó ser un boomerang que se ha devuelto, pues mientras la perfección esférica parece ser loable, resulta ser contraproducente para el contacto con el humano.

Parménides, filósofo griego del siglo VI a.C., interesado en la explicación ontológica del cosmos, define “al universo (el Ser) como perfecto, esférico y homogéneo”[4], considera que la perfección es esférica en tanto que su centro es equidistante en todas direcciones, por supuesto, Parménides nos otorga esta explicación para enfrentarnos ante la cualidad del ente, pero si tomamos sus palabras y pensamos en que efectivamente lo esférico es perfecto. y viceversa, entonces tenemos un elemento más para abordar nuestro tema, ya que nuestro “Jabulani” es creado como una verdadera esfera, podemos decir que es un balón perfecto, pero lamentablemente –y esto en sus posibles acepciones– el hombre no puede jugar con la perfección, en otras palabras, para que haya una óptima interacción humana tiene que haber fallas, errores, bordes y todo lo que nos delata como lo que somos, seres limitados y sujetos a la imperfección.


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[1] Ortega y Gasset, J. La deshumanización del arte. Ed. Porrúa. México. 1999. p. p. 21
[2]Ibidem p.p. 18
[3]Ibidem p.p. 13
[4] Los filósofos presocráticos. Ed. Gredos. p.p. 291. España. 2008