Se ha consagrado, en la historia universal del hombre occidental, un período cercano a los mil años con el nombre de Edad Media. Una investigación basada en este período sobre la moralidad desembocará aparentemente en una respuesta obvia, pues toda ella estaba regida por los parámetros que la religión oficial designaba.
Lo anterior no significa, por supuesto, que se careciera de deseos, pasiones y placeres, sino por el contrario, que éstos estaban regulados e incluso generados por las propias prohibiciones oficiales.
A partir del Renacimiento y el surgimiento de la nueva ciencia, se intentó desechar los viejos cánones sobre el bien, sin embargo, al derribar el viejo estatuto con olores a putrefactos pensamientos religiosos, se queda desprovisto de normas sociales claras y concretas sobre lo que se debe o no hacer. Así, lo que vino a sustituir el interés y conocimiento, también lo hizo en el campo de la moral, a saber, la ciencia.
Es evidente, que si bien muchas personas actualmente no regulan su comportamiento en función del pecado o la virtud de la Imitatio Christi, sí lo hacen en relación con lo dañino o lo saludable. Para muestra tomemos las relaciones sexuales, si bien quizá ahora es común no enjuiciar un comportamiento sexual en relación al pecado, sí se realiza en función de su riesgo para la salud del practicante, y que, curiosamente, se termina regulando bajo estatutos muy parecidos a los religiosos, aun cuando su fundamento sea otro, continuando con el ejemplo anterior, un médico nos dirá que la mejor vida sexual será aquella que realizamos con una pareja estable, ¡irónica emancipación sexual por vía de la ciencia, que nos dicta aquello que la religión hace milenios venía haciendo!
En otras palabras, derrocar los viejos cánones religiosos nos sirvió para edificar otros, basados en el método experimental y la razón, pero que en términos generales, operan de la misma forma y regulan las mismas pasiones.
Hoy en día, la moral es determinada por los avances científicos y tecnológicos, bajo la misma premisa que lo teológico y religioso lo hiciera en otros tiempos, es decir, la promesa de una "vida eterna", aun cuando ambas puedan sean ficticias, de lo que se sigue que, no debemos comer en exceso, mas no por el pecado capital de la Gula, sino porque el sobrepeso daña mi organismo provocando enfermedades cardiovasculares, diabetes y colesterol, las cuales pueden desembocar en la muerte... tampoco debemos llevar una vida de pleno libertinaje sexual, pues más allá (o más acá) del pecado de Lujuria, está el riesgo de contraer una Enfermedad de Transmisión Sexual como lo puede ser la sífilis, gonorrea, herpes o VIH, y así incluso arrebatarnos lo único que tenemos, nuestra vida terrenal...
En uno u otro caso, ambos sugieren y dictan pautas de comportamientos con la promesa de una larga vida, ya sea celestial o terrenal, y con dichos patrones continúan regulando nuestros deseos y prohibiciones más íntimas en el seno ya no del alma, sino ahora del psíquismo.
Muy interesante. Con la Revolución Científica se impuso la interpretación del mundo mecanicista. Descartes, uno de los principales responsables de esa imposición, aspiraba a obtener los secretos del mecanismo humano y poder burlar a la muerte. Así con el mecanicismo se perpetuaron los viejos sueños de magos y alquimistas de dominar la naturaleza y obtener el secreto de la eterna juventud.
ResponderEliminarNo deja de ser curioso que el miedo a la muerte siga dominando nuestro comportamiento de la misma forma que cuando se tenía fe en unos preceptos claros para obtener la vida eterna; pero creo que hoy ese miedo está muy relacionado con el deseo de darle un sentido a nuestra vida antes de morir.
Hola funambu1, gracias por tomarte un momento para comentar. Coincido contigo, hay una necesidad de dar sentido, salir del caos y la impotencia...
ResponderEliminarAl final, las dos grandes preguntas del humano regresan contestadas desde diferentes frentes, pero se mantienen inquietantes, las preguntas sobre la muerte y la sexualidad.
¡Saludos!