por José Vieyra Rodríguez
“A partir de su síntoma, el analizado busca y encuentra la causa;
o sea, supone un saber Otro que es también un saber que goza de provocar sus efectos.
Lo que equivaldría a decir, con términos de fantasma neurótico:
«El Otro existe y goza de mi castración»”
Juan David Nasio
Entrar en una psicoterapia, la mayoría de las veces, está determinado por cierta circunstancia insoportable, desde un acontecimiento social o interpersonal que llega a afectar el desempeño del paciente, v. g. la pérdida de un ser querido, el rompimiento sentimental; hasta circunstancias inexplicables como una imposición persistente de una idea o una depresión sin motivo aparente.
Por supuesto, el modo de intervenir del terapeuta estará a su vez determinado por el entendimiento que dé a tales padecimientos. Me limitaré en estas breves líneas a señalar escuetamente la forma en que se aborda desde el psicoanálisis, puesto que marca sustancialmente una diferencia con la psicología común.
En primer término el encuentro con dichos padecimientos dista de ser un encuentro con enfermedades mentales, prefiero designarlos estrictamente hablando como un padecer, del latín patiscĕre, cuyo infinitivo es pati, y significa sufrir, soportar o tolerar, término latino también emparentado con vocablos como paciente, a su vez esto nos da elementos para entender el porqué se le designa así a quienes acuden a psicoterapia, pues son quienes padecen, pero no una enfermedad, es más pertinente decir que soportan, que traen a cuesta un sufrimiento. En este sentido también nos alejamos de entender al paciente como quien padece la acción del agente, suponiendo un ente externo que sabe, dirige y goza, es decir, un Otro. Considero conveniente remarcar que el paciente trae consigo un sufrimiento, pero que no es efecto de un agente y él el destinatario.
Pongamos como muestra el proceso de duelo por la pérdida de un ser querido, no podría ni debería de dársele la categoría de psicopatológico tomando referentes temporales, como por ejemplo si el duelo tarda más de seis meses en elaborarse, aun cuando muchos psicólogos hagan estas reducciones simplistas. De esta manera, comencemos por dejar de lado visiones sobre salud y enfermedad, el sujeto que se presenta en consulta lleva un sufrimiento y ésta es una de las condiciones para el análisis, la segunda será el habla, dejar surgir a la palabra vacilante y quebrada, esa palabra que resbala y emerge en donde no debía, palabra en que se dice más de lo que se quería, y que después de aparecida se puede interrogar sobre su significado.
Así, el paciente (quien está padeciendo, sufriendo) se encuentra en un lugar en el cual no se juzgará su acontecer, aun cuando él así lo demande, tampoco se le designará como enfermo y por lo tanto a los terapeutas como sujetos capaces de curar dicha afección, pues estas posturas redundarían en ocupar la posición de la cual quizá se viene escapando, es decir, la persecución superyoica, ya sea social o intrapsíquica (dicho sea que esta diferenciación es vaga y difusa, puesto que todo supuesto social es intrapsíquico), tampoco se encontrará en un lugar en el cual se le explicará el porqué de su sufrimiento, las causas y su posible solución, fungir de maestro no es la labor del analista, aun cuando éste sea el motivo principal por el cual acude el paciente; poder encontrar la respuesta del ¿porqué a mí? o ¿porqué sufro?, preguntas que presuponen una respuesta y alguien que puede responderlas, o peor aun, disfrutar de ellas.
En análisis, el paciente pregunta, inquiere, escudriña y va creando sus propias respuestas, su camino y otra posible solución a su padecer, aun cuando el propio síntoma sea una forma de elaborar y sujetarse en el mundo, un análisis puede prestarse a servir como camino hacia otra forma de conducirse, el analista se presta a ser ese quien conoce y cura, para una vez instalado el proceso analítico, brindar la posibilidad al analizado de ser él quien construya dichas vías, con el acompañamiento de un otro inconciente, el del analista.
Bena: quizá el primer beneficio que podemos encontrar en el psicoanálisis es tener un lugar para ser escuchado, algo cada día más difícil de encontrar. Pero aquí no acaba su labor, pues también se plantea como un método para tratar las afecciones o alteraciones mentales, como lo llama Freud.
ResponderEliminarPor supuesto el gran problema del psicoanálisis para sobrevivir en la época actual es su costo y lo tardado de sus beneficios evidentes, pues en la actualidad los bienes o servicios son evaluados por su bajo costo y rápida utilidad.
Ahora bien, yo no digo que el psicoanalista esté ahí para hacerle un fraude al paciente y prestarse al juego del doctor aunque no sepa qué hace. Por el contrario, lo que esbozo aquí es una manera de operar debidamente sustentada teóricamente y con beneficios clínicos evidentes, otra cosa es que no utilice aquí la jerga analítica, esa que tantos se quejan por incomprensible, que temina por parecer más un dialecto que una teoría.
Es decir, no es que el analista no responda al paciente porque no se sepa, sino porque intencionalmente se niega ocupar el lugar del saber, el discurso del psicoanálisis es el único que brinda la posibilidad de conocer algo ahí en donde otros ocupan rapidamente el lugar.
El psicoanálisis no es un placebo, no se plantea darle gato por liebre, sino que es otra manera de tratar los mismos padecimientos pero con otra visión de los mismos. El desahogarse no es una cura, si no la terapia de abreacción o catársis habría eliminado desde antes de Freud cualquier problema neurótico, el gran problema es que "eso" retorna ¿qué hago con ello?
Por cierto que ahora recuerdo que Lacan decía que el psicoanálisis es el arte de lo inservible, se trabaja con eso que sobra, el psicoanálisis fue creado de las sobras y restos de la psicología, la filosofía y la medicina, todo lo que a ellos no les interesaba, el psicoanálisis los tomó y supo hacer algo con ellos.