por José Vieyra Rodríguez
Respondamos a la pregunta que sirve de título a este escrito y digámoslo sin más: sí, el psicoanálisis es una charlatanería. Ahora bien, hagamos algunas puntualizaciones.
La charlatanería es entendida comúnmente como una práctica que está orientada a persuadir y embaucar sobre un tema, generalmente se le emparenta con términos como fraude o mentira.
Mario Bunge, el filósofo de la ciencia, tilda en innumerables ocasiones al psicoanálisis como una charlatanería, así como de una macana, término que en el cono sur es sinónimo de tontería, dislate o contratiempo. Por supuesto, este personaje de la ciencia evidentemente hace una oposición inmediata entre tontería y sabiduría, contratiempo y exactitud, etc. El origen a estas oposiciones las podemos rastrear en filosofía desde los tiempos antiguos en que Platón manifiesta abiertamente que la ἐπιστήμη (episteme) es un conocimiento, contrario a la δόξα (doxa) la cual es una mera opinión, sin embargo para Platón la episteme era únicamente aplicable al mundo de las ideas, pues el mundo sensible lo único que puede darnos son opiniones.
Partiendo de la contraposición anterior, muchos filósofos se dan a la tarea de desenmascarar a los charlatanes de la filosofía, aquellos que únicamente dan opiniones y no verdades y conocimiento universal, por lo cual, los charlatanes son los enemigos de los filósofos, también podemos llamarles por el nombre que se les dio en la antigua Grecia: sofistas.
Por supuesto, el psicoanálisis no es una ciencia, aun cuando Freud murió pugnando por que lo fuera, la realidad es que el término ciencia ha delimitado suficientemente su quehacer y operar como para no dejar entrar en ella a disciplinas como al psicoanálisis. Esto no invalida, sin embargo, los conocimientos que de él se puedan desprender, no obstante, no es la intención de este escrito corroborar eso, contentémonos con decir que el psicoanálisis no es una ciencia y eso se sabe.
Volvamos, pues, a nuestro interés. Charlatanería según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, es locuacidad, misma que puede entenderse como cualidad de hablar mucho, así también, la charlatanería es la cualidad del charlatán. A su vez, la etimología de esta última palabra la encontramos en el italiano con ciarlatano que significa hablador, o aquél que habla mucho y sin sustancia. Hasta aquí es claro, si tomamos estrictamente a estas palabras nos encontramos con que su significado recae predominantemente en que es aquella práctica de hablar mucho y sin médula, sin la intención de llegar a verdades contundentes e irrefutables (por cierto que una de las cualidades para que un conocimiento sea científico, es la refutabilidad de la teoría).
Por lo mismo, el psicoanálisis es una charlatanería, de hecho lo sabemos, comenzó siéndolo, recordemos a la forma en que lo bautizó la famosa histérica; Anna O, quien denominó al tratamiento llevado con Freud con “el nombre serio y acertado de «talking cure» («cura de conversación»)” (S. Freud. Estudios sobre la histeria. [1895]), también podemos traducirlo como la cura por estar hablando.
Remarquémoslo, para el psicoanálisis lo más importante es el habla, su regla fundamental es el método de la asociación libre, es decir, invitar al analizado a decir todo lo que se le ocurra sin seleccionar nada en específico, sin ejercer ningún juicio de valor acerca de sus ocurrencias, por disparatadas que éstas sean. Siendo así, ¿cómo podría llamársele de otra manera al psicoanálisis, si no es como charlatanería? Es una práctica que trabaja específicamente como se define a la charlatanería, con el hablar y hablar sin sentido, sin sustancia, para a partir de ese método poder encontrarnos con otro conocimiento, particular y único, subjetivo, propio del analizado y por lo mismo, nunca universal.
Las elaboraciones anteriores no son para nada nuevas, los versados en el tema lo saben, Jacques Lacan en su clase del 15 de noviembre de 1977 decía “[el psicoanálisis] es una práctica que, dure lo que dure, es una práctica de charlatanería (bavardage). Ninguna charlatanería carece de riesgos. Ya la palabra charlatanería implica algo. Lo que implica está suficientemente dicho por la palabra charlatanería, lo que quiere decir que no hay más que frases, es decir lo que se llama "las proposiciones" que implican consecuencias, las palabras también. La charlatanería lleva la palabra al rango de babear (baver) o de espurrear, la reduce a la suerte de salpicadura (éclaboussement) que resulta de eso” (J. Lacan. Seminario 25, El momento de concluir. Inédito)
El término francés bavardege, también puede traducirse al español como habladuría, traducción que no pierde, sin embargo, su carácter peyorativo a primera vista, pero por lo mismo nos sirve para delimitar a su vez al trabajo psicoanalítico, fuera del trabajo filosófico que encuentra conocimientos y verdades universales, mientras el trabajo psicoanalítico (léase, en la clínica) nunca dará más que habladuría, palabrerías que tendrán efectos, consecuencias, pues dice algo, y ese algo hace.
Siguiendo la argumentación anterior, quizá también es pertinente decirlo, el psicoanalista se encuentra más emparentado con el sofista de la antigua Grecia que con el filósofo sabio, ese que incluso sabe gobernar según Platón, ese filósofo que sabe de todo. Una pregunta queda en suspenso ¿es el psicoanalista un sofista?
La charlatanería es entendida comúnmente como una práctica que está orientada a persuadir y embaucar sobre un tema, generalmente se le emparenta con términos como fraude o mentira.
Mario Bunge, el filósofo de la ciencia, tilda en innumerables ocasiones al psicoanálisis como una charlatanería, así como de una macana, término que en el cono sur es sinónimo de tontería, dislate o contratiempo. Por supuesto, este personaje de la ciencia evidentemente hace una oposición inmediata entre tontería y sabiduría, contratiempo y exactitud, etc. El origen a estas oposiciones las podemos rastrear en filosofía desde los tiempos antiguos en que Platón manifiesta abiertamente que la ἐπιστήμη (episteme) es un conocimiento, contrario a la δόξα (doxa) la cual es una mera opinión, sin embargo para Platón la episteme era únicamente aplicable al mundo de las ideas, pues el mundo sensible lo único que puede darnos son opiniones.
Partiendo de la contraposición anterior, muchos filósofos se dan a la tarea de desenmascarar a los charlatanes de la filosofía, aquellos que únicamente dan opiniones y no verdades y conocimiento universal, por lo cual, los charlatanes son los enemigos de los filósofos, también podemos llamarles por el nombre que se les dio en la antigua Grecia: sofistas.
Por supuesto, el psicoanálisis no es una ciencia, aun cuando Freud murió pugnando por que lo fuera, la realidad es que el término ciencia ha delimitado suficientemente su quehacer y operar como para no dejar entrar en ella a disciplinas como al psicoanálisis. Esto no invalida, sin embargo, los conocimientos que de él se puedan desprender, no obstante, no es la intención de este escrito corroborar eso, contentémonos con decir que el psicoanálisis no es una ciencia y eso se sabe.
Volvamos, pues, a nuestro interés. Charlatanería según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, es locuacidad, misma que puede entenderse como cualidad de hablar mucho, así también, la charlatanería es la cualidad del charlatán. A su vez, la etimología de esta última palabra la encontramos en el italiano con ciarlatano que significa hablador, o aquél que habla mucho y sin sustancia. Hasta aquí es claro, si tomamos estrictamente a estas palabras nos encontramos con que su significado recae predominantemente en que es aquella práctica de hablar mucho y sin médula, sin la intención de llegar a verdades contundentes e irrefutables (por cierto que una de las cualidades para que un conocimiento sea científico, es la refutabilidad de la teoría).
Por lo mismo, el psicoanálisis es una charlatanería, de hecho lo sabemos, comenzó siéndolo, recordemos a la forma en que lo bautizó la famosa histérica; Anna O, quien denominó al tratamiento llevado con Freud con “el nombre serio y acertado de «talking cure» («cura de conversación»)” (S. Freud. Estudios sobre la histeria. [1895]), también podemos traducirlo como la cura por estar hablando.
Remarquémoslo, para el psicoanálisis lo más importante es el habla, su regla fundamental es el método de la asociación libre, es decir, invitar al analizado a decir todo lo que se le ocurra sin seleccionar nada en específico, sin ejercer ningún juicio de valor acerca de sus ocurrencias, por disparatadas que éstas sean. Siendo así, ¿cómo podría llamársele de otra manera al psicoanálisis, si no es como charlatanería? Es una práctica que trabaja específicamente como se define a la charlatanería, con el hablar y hablar sin sentido, sin sustancia, para a partir de ese método poder encontrarnos con otro conocimiento, particular y único, subjetivo, propio del analizado y por lo mismo, nunca universal.
Las elaboraciones anteriores no son para nada nuevas, los versados en el tema lo saben, Jacques Lacan en su clase del 15 de noviembre de 1977 decía “[el psicoanálisis] es una práctica que, dure lo que dure, es una práctica de charlatanería (bavardage). Ninguna charlatanería carece de riesgos. Ya la palabra charlatanería implica algo. Lo que implica está suficientemente dicho por la palabra charlatanería, lo que quiere decir que no hay más que frases, es decir lo que se llama "las proposiciones" que implican consecuencias, las palabras también. La charlatanería lleva la palabra al rango de babear (baver) o de espurrear, la reduce a la suerte de salpicadura (éclaboussement) que resulta de eso” (J. Lacan. Seminario 25, El momento de concluir. Inédito)
El término francés bavardege, también puede traducirse al español como habladuría, traducción que no pierde, sin embargo, su carácter peyorativo a primera vista, pero por lo mismo nos sirve para delimitar a su vez al trabajo psicoanalítico, fuera del trabajo filosófico que encuentra conocimientos y verdades universales, mientras el trabajo psicoanalítico (léase, en la clínica) nunca dará más que habladuría, palabrerías que tendrán efectos, consecuencias, pues dice algo, y ese algo hace.
Siguiendo la argumentación anterior, quizá también es pertinente decirlo, el psicoanalista se encuentra más emparentado con el sofista de la antigua Grecia que con el filósofo sabio, ese que incluso sabe gobernar según Platón, ese filósofo que sabe de todo. Una pregunta queda en suspenso ¿es el psicoanalista un sofista?