martes, 5 de mayo de 2009


Un interés de la filosofía: el psicoanálisis*



por José Vieyra Rodríguez

“la postulación de las actividades anímicas inconscientes
obligará a la filosofía a tomar partido y,

en caso de asentimiento,

a modificar sus hipótesis sobre el vínculo de lo anímico con lo corporal
a fin de ponerlas en correspondencia
con el nuevo conocimiento”
Sigmund Freud



Como se sabe, la relación de la filosofía con el psicoanálisis dista de ser la mejor. Desde los comienzos del mismo psicoanálisis, Freud exponía que un interés particular de la filosofía debía ser el psicoanálisis, pues, cualquiera que fuera el sistema filosófico desde donde se hablara, tenía puntos de conexión indudables con lo que el psicoanálisis estudia. Sin embargo, el mismo Freud nunca dejó de menospreciar en cierta medida a los filósofos, incluso no dudó en equiparar al delirio paranoico con un sistema filosófico, escribiendo en Tótem y tabú; “Uno podría aventurar la afirmación de que una histeria es una caricatura de una creación artística; una neurosis obsesiva, de una religión; y un delirio paranoico, de un sistema filosófico”[1].

También podemos recordar que aun cuando desde 1913 mencionaba a la filosofía como una de las disciplinas que no podrá dejar de tomar en cuenta el conocimiento del psicoanálisis, siempre consideró superior al mismo, pues “el psicoanálisis puede pesquisar la motivación subjetiva e individual de doctrinas filosóficas pretendidamente surgidas de un trabajo lógico imparcial, y hasta indicar a la crítica los puntos débiles del sistema”[2]. Lo anterior nos recuerda el más tenaz argumento del psicoanálisis en contra de la filosofía: el desconocimiento total del inconsciente por parte de ésta.

Así, Freud escribe “Lo psíquico de los filósofos no era lo psíquico del psicoanálisis. En su gran mayoría, ellos llaman psíquico sólo a lo que es un fenómeno de conciencia. El mundo de lo consciente coincide, para ellos, con la extensión de lo psíquico. A todo lo otro que acaso suceda en el «alma», esa alma tan difícil de aprehender, lo destronan y lo sitúan entre las precondiciones orgánicas o los procesos paralelos de lo psíquico. Dicho más estrictamente: el alma no tiene otro contenido que los fenómenos de conciencia… desde luego, que algo anímico inconsciente es un disparate, una contradictio in adjecto, y no quiere percatarse de que con este juicio no hace más que repetir su propia definición -acaso demasiado estrecha- de lo anímico. Al filósofo le resulta fácil afianzarse en esta certidumbre” [3].

Comenzando con el mismo padre del psicoanálisis, existe una innumerable lista de psicoanalistas que se han alejado intencionalmente de la filosofía, incluso el mismo Jacques Lacan se negó rotundamente a llamarse filósofo; “no me interesa la filosofía, además tiene ya bastante tiempo que no dice nada interesante” [4], con esta declaración parece seguir al maestro vienés cuando en su presentación autobiográfica escribe “y aun donde me he distanciado de la observación, he evitado cuidadosamente aproximarme a la filosofía propiamente dicha” [5].

Sin embargo, ninguno de los dos, ni el creador del psicoanálisis, ni su más ilustre lector y renovador, se han quedado indiferentes a planteamientos que antaño interesaban únicamente a la filosofía. Psicoanalistas, sí, pero pensadores de los grandes temas filosóficos.

Lo cierto es que mientras la filosofía se aferre a seguir en la línea racional de la conciencia, el intelecto, la libertad y la voluntad autónoma, regida únicamente por el yo, dueño y señor, seguirá siendo la filosofía un discurso del Amo (del maestro), que dicta qué hacer y por donde seguir, y aun cuando sus hipótesis no alcancen para explicar múltiples fenómenos propios del hombre, se seguirá negando a la incursión en postulados psicoanalíticos.

Lo anterior no significa que necesariamente todo filósofo tenga que ser psicoanalista, pero al menos sí es necesario tomar partido ante este nuevo descubrimiento que hace Freud hace más de cien años. Y así, decir quienes estamos interesados en la filosofía, si aceptamos incursionar de alguna manera en el camino propuesto por el psicoanálisis y replantear los grandes temas, y preguntarnos una vez más qué es la voluntad, antes de dar por sentado que nuestra conciencia es quien la tiene, pues con lo último retornamos a la problemática planteada por Lacan; “la filosofía en su función histórica es la que presiona el saber del esclavo para obtener su transmisión en saber del Amo” [6], cerrada a otro posible saber, al del inconsciente.

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*Artículo publicado en epsys revista de psicología y humanidades. Enlace a esta publicación.
[1] Freud, S. Tótem y tabú. (1914) Ed. Amorrortu. Vol. XIII. Argentina.
[2] Freud. El interés por el psicoanálisis. (1913) Ed. Amorrortu. Vol. XIII. Argentina.
[3] Freud, S. Las resistencias contra el psicoanálisis. (1925) Ed. Amorrortu. Vol. XIX. Argentina.
[4] Lacan, J. Mi enseñanza. Ed. Paidós. 2006. Argentina.
[5] Freud. Presentación autobiográfica. (1925) Ed. Amorrortu. Vol. XX. Argentina.
[6] Lacan, J. Seminario XVII. El reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós.

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