jueves, 25 de febrero de 2010

El filósofo, hoy


La filosofía, en los tiempos que corren, ha ido quedando reducida al estudio de la historia de las ideas. Hoy, quienes se hacen llamar filósofos, parecen estar desinteresados en hacer de la filosofía un conocimiento vigente.


Es común, hoy en día, encontrar al filósofo recluido en sus aposentos y rodeado de libros, congratulándose de ser leído entre sus propios colegas. Argumenta la necesidad de su existencia para él mismo, pero deja ver su inutilidad y falta de practicidad actual, pues ante ello, le basta pensarse superior, lee a Platón y se identifica con el filósofo que debiera ser Rey, pero que no es, aspira al “mundo ideal” mientras vive en este “mundo de apariencias”, aun cuando se crea nietzscheano.

Las publicaciones especializadas para iniciados en el tema, las revistas de su Universidad, las bibliotecas de su propia facultad y los congresos, son esos los lugares en los que publica y da a conocer sus escasos pensamientos, y tan sólo para sus seguidores. Espera en ellos resolver racionalmente y con argumentos lógicos una realidad conflictiva, pues le parece suficiente criticar desde la trinchera del pensamiento. Ya ha olvidado el activismo de Marx, pero lo cita para criticar a la misma sociedad en que vive.

La aspiración laboral, en la mayoría de los casos, no llega más allá de la docencia, quizá un triste lugar de investigador que asegure un sueldo mediocre pero que le de fama en su círculo intelectual.

El filósofo, hoy, habla sobre todos los temas, habla igual sobre la política, los derechos, la guerra, la ética, así como de la ciencia, la tecnología, la historia o el arte. Todos los campos le corresponden y se cree autorizado para abordarlos, con una simple referencia por alguna lectura se siente capacitado y competente para ejercer la más grande crítica y vituperio contra todo conocimiento.

En el quehacer de la ética médica le sobran las opiniones, habla sobre el método científico aunque nunca haya estado en un laboratorio, critica a las teorías psicológicas aunque jamás haya siquiera estado frente a un individuo considerado loco, al argumentar sobre la religión, habla igual sobre el cristianismo que del Islam, aunque nunca haya estado en una mezquita. Su biblioteca le parece suficiente respaldo para emitir un juicio sobre el mundo, y apoyado en el argumento de la razón por encima de la práctica, se cree autorizado para abordar el tema que le venga en gana, hace crítica de arte aun cuando nunca haya tomado un instrumento musical en sus manos o un pincel entre sus dedos.

Considera claras muestras de lo que es un ignorante y corto de pensamiento a los gobernantes, los científicos y muchos artistas contemporáneos, incluso a la mayoría de sus colegas.

Ante este suceder, el filósofo debiera agradecer la indiferencia social que despierta su mediocre quehacer, pues digámoslo sin más: es mejor que el filósofo siga creyéndose superior, en tanto el mundo funciona sin él.

¿Y la filosofía, existe? Sí, pero a ella la hacen unos cuantos que ni siquiera se preocupan por llamarse filósofos, en tanto quienes se ostentan así son buenos historiadores: sólo cuentan historias.

4 comentarios:

  1. Definitivamente el hacer filosófico es susceptible de caer en toda clase mediocridades como ocurre con toda otra profesión.

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  2. Bena: Por supuesto, quien hace filosofía es filósofo, pero en esta ocasión me refiero a quienes les interesa en grado sumo el llevar este título, aquellos que viven para una institución y nunca llevan una reflexión autónoma, crítica, práctica, etc. En el texto, no abordo qué es la filosofía, sino a quienes se llaman filósofos por haber estudiado un par de libritos.

    Eurístides: Me parece muy acertado tu comentario, como cualquier profesión, hay de todo, quizá el problema que más encuentro en esta particularmente, es que algunos verdaderamente toman una postura de superioridad para con otras disciplinas.

    ¡Saludos y nos seguimos leyendo!

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  3. Yo sé de filosofía lo que sé de lenguas extraterrestres. Sin embargo puedo hablar por lo que pasa en el mundo psi, sobre todo del mundo psicoanalítico donde gran parte de lo que describes me parece encaja y describe a algunos de los psicoanalistas, al menos acá en Monterrey. Atrincherados en sus consultorios, quejándose de la incomprensión que sufre el/los psicoanálisis de parte de las otras disciplinas/ciencias. Cierro el punto de lo psi y pregunto. ¿Hay lugar para estos filósofos que tu decribes como pesimistas? Me respondo que sí, pero veo que el problema no es que puedan o no tener un lugar. Pienso que una parte de su "inhibición" radica en ese idealismo extremista desde el cual emiten su discurso.

    A mi parece este problema se trasmite a generaciones venideras, donde como dices, lo que hace este filósofo, lo hace para seguidores, estos últimos lugares de reduplicación de su pensamiento, acaso defensivo. Clones en potencia que compran la imagen y lo que tal vez pudo ser visto como un pensamiento subversivo de dicho personaje sin darse cuenta del pozo que están cavando.

    Bue, mejor dejo mi cómoda trinchera, saludos.

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  4. Ricardo: Por supuesto que algunos psicoanalistas pueden entrar facilmente en esta descripción, es un problema, creo yo, de "los intelectuales", que se limitan a dejar caer todo el peso de la crítica sin hacer algo, por poco que sea, para cambiarlo (no todos, también aclaro que es necesario generalizar para hablar sobre algún tema).

    No sé si los llamaría propiamente pesimistas, pero totalmente de acuerdo con el punto del idealismo (es lo que más critico), la limitación autoimpuesta al nivel del pensamiento.

    Saludos y agradezco tus comentarios que crean el vínculo entre dos temas que me interesan.

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