por José Vieyra Rodríguez
I. Nociones y postulados básicos
“Recordaré a cuantos contemplan desdeñosamente
al psicoanálisis desde su encumbrado punto de vista
cuán estrechamente coincide la sexualidad
ampliada del psicoanálisis
con el Eros del divino Platón”
Sigmund Freud
al psicoanálisis desde su encumbrado punto de vista
cuán estrechamente coincide la sexualidad
ampliada del psicoanálisis
con el Eros del divino Platón”
Sigmund Freud
El psicoanálisis se caracterizó en sus inicios por escandalizar a una sociedad conservadora, especialmente al introducir el concepto de sexualidad, y entender a ésta como un elemento presente en el hombre desde su infancia, así en Tres ensayos para una teoría sexual (1905) Freud escribe “el neonato trae consigo gérmenes de mociones sexuales que siguen desarrollándose durante cierto lapso, pero después sufren una progresiva sofocación… casi siempre hacia el tercero o cuarto año de vida del niño su sexualidad se expresa en una forma asequible a la observación”¨[1].
La razón por la cuál el psicoanálisis perturbó tan directamente a la sociedad, es que no es solamente un sistema o teoría que explica ciertos fenómenos propios del hombre, sino que además es una técnica, una praxis a la que puede acceder cualquier persona por diversos motivos, diversos sufrimientos (miedo, culpa, depresión, angustia, manías), es decir, el psicoanálisis es “un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas, fundado en un procedimiento que sirve para indagar procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías”[2]. Ésta es la parte fundamental que posibilita que el conocimiento psicoanalítico se transmita sin necesidad de cierto interés o nivel cultural, como sería necesario para la filosofía, por ejemplo, la cuál por cierto ya había dado suficientes elementos para perturbar la conciencia puritana del hombre occidental, pero sin la masificación necesaria para sacudir culturalmente. Por lo tanto, el trabajo clínico otorgó la posibilidad de la expansión del psicoanálisis a niveles inimaginables de popularidad.
Comencemos, pues, por señalar la definición de sexualidad que da el psicoanálisis, pues como veremos, una vez entendida la sexualidad será a partir de ella que se comprenda al amor, tema que nos interesa en esta ocasión.
Laplanche y Pontalis escriben que la sexualidad contiene “toda una serie de excitaciones y de actividades, existentes desde la infancia, que producen un placer que no puede reducirse a la satisfacción de una necesidad fisiológica fundamental (respiración, hambre, función excretora, etc.) y que se encuentran también a título de componentes en la forma llamada normal del amor sexual”[3]. Valga esto como una aproximación general, ahora, remitámonos a Freud, pues él da tres características principales de la concepción psicoanalítica de la sexualidad en su obra póstuma; El esquema del psicoanálisis (1939):
a. La vida sexual no comienza sólo con la pubertad, sino que se inicia enseguida después del nacimiento con nítidas exteriorizaciones.
b. Es necesario distinguir de manera tajante entre los conceptos de «sexual» y de «genital». El primero es el más extenso, e incluye muchas actividades que nada tienen que ver con los genitales.
c. La vida sexual incluye la función de la ganancia de placer a partir de zonas del cuerpo, función que es puesta con posterioridad (nachträglich) al servicio de la reproducción. Es frecuente que ambas funciones no lleguen a superponerse por completo[4].
Ahora bien, existe una fuerza y cantidad que determina a la pulsión sexual, así introducimos aquí el término de “la libido [que] está destinada a nombrar la fuerza en la cual se exterioriza la pulsión”[5]. Es decir, la magnitud cuantitativa de empuje (drang) que hay en la pulsión.
Así, hasta aquí, podemos resumir: la sexualidad está vinculada con un goce presente desde la infancia, no es reductible a la reproducción (por el contrario la reproducción se subordina a la sexualidad) y tiene que ver directamente con zonas erógenas como lo pueden ser la boca, el ano, los genitales, en otras palabras, cualquier parte del cuerpo puede convertirse en una zona erógena, siempre y cuando haya una representación de la misma, es decir, una imagen psíquica del cuerpo. A su vez, la pulsión sexual está compuesta de una energía (psíquica) llamada libido.
Como vemos, hasta ahora hemos entrelazado dos términos nodales para el psicoanálisis; pulsión sexual y libido. Ahora es pertinente recordar que en la obra freudiana existen tres grandes momentos acerca de la teoría de las pulsiones. El primero es el fundado en la concepción dualista de las pulsiones en el cual Freud consideraba a dos pulsiones; la pulsión de autoconservación y la pulsión sexual. El segundo es monista y absorbe a las pulsiones de autoconservación dentro de la misma pulsión sexual, asumiendo así que toda pulsión es sexual. Y por último, a partir de 1920 toma su forma definitiva en Freud la teoría de las pulsiones, volviendo a un dualismo pulsional, pero esta vez basado en la oposición pulsión de vida (Eros) contra pulsión de muerte o autodestrucción.
Este tercer momento en la teoría de las pulsiones es el que nos interesa destacar, pues es en él en donde la obra freudiana gira la concepción de la sexualidad, y desde 1920 con Más allá del principio del placer Freud cambia claramente la concepción al ampliar aún más el término sexualidad y equipararlo al amor.
Esta nueva equiparación no es poca cosa, pues una vez más toma un concepto común como lo es el amor, y esta vez lo amplía a niveles extraterritoriales a lo habitual. Así pues, escribe Freud en Psicología de las masas y análisis del yo (1921) un nuevo carácter a la libido definiéndola como “la energía, considerada como magnitud cuantitativa -aunque por ahora no medible-, de aquellas pulsiones que tienen que ver con todo lo que puede sintetizarse como «amor»"[6], recordemos además que la libido es la energía de la pulsión sexual.
Es precisamente en este texto en el que quiero detenerme por un momento, pues si tomamos en serio las proposiciones que hace Freud, por ejemplo cuando escribe “por su origen, su operación y su vínculo con la vida sexual, el «Eros» del filósofo Platón se corresponde totalmente con la fuerza amorosa {Liebeskraft}, la libido del psicoanálisis”[7]. Dicha afirmación tiene aspectos dignos de considerarse, puesto que inmediatamente después de igualar la pulsión sexual con el Eros de Platón, pasa a dar una serie de conjeturas basadas en dicha ampliación del concepto de amor. Así, por ejemplo, explica que en una serie de casos “el enamoramiento no es más que una investidura de objeto de parte de las pulsiones sexuales con el fin de alcanzar la satisfacción sexual directa”[8].
Es decir a partir de aquí para Freud lo importante es retomar el aspecto amoroso (o vínculo afectivo, si lo queremos hablar de manera más moderada por el momento) en todas las relaciones (sea con objetos reales o psíquicos), y que todas ellas están subrogadas también a una economía libidinal, a un cierto carácter sexual.
Ahora comenzamos a entrar dentro del terreno el cual nos interesa, pues consideramos fundamental no perder de vista este último elemento que nos da Freud en su teoría, pues si en un primer momento el análisis que hace de las relaciones está marcado por su carácter exclusivo de sexualidad, que fue la gran oposición y a la vez acierto del psicoanálisis contra la sociedad, en un último momento se puede tornar aún más escandaloso, pues no sólo se analizará con una visión sexual, sino además como un análisis de relaciones amorosas.
Recordemos, junto con Igor Caruso, que nos dice en Psicoanálisis y Utopía: “Freud decía a menudo que si el psicoanálisis no es escándalo, es un falso psicoanálisis”[9]. La frase anterior nos puede servir muy bien de epígrafe par comenzar el siguiente parágrafo.
II. El amor en psicoanálisis
Una anécdota universalmente conocida por los psicoanalistas es la relatada por Jacques Lacan en su conferencia La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis dictada en 1955, en ella cuenta que sabe, de viva voz de Jung, que Freud al estar por arribar al puerto de Nueva York después de ser invitado a dar sus famosas Cinco conferencias sobre psicoanálisis (1908) en la Clark University de Worcester, Freud se dirige a Jung y le dice: “no saben que les traemos la peste”[10]. Éste es el único lugar en que se puede rastrear la verosimilitud de esta frase, los biógrafos más escrupulosos han desechado esta idea, llegan a la conclusión de que si Freud hizo un comentario parecido, fue algo como “se sorprenderán cuando sepan lo que les vamos a decir”[11]. Sin embargo, la frase de la peste se ha vuelto tan famosa que se ha convertido en el gallardete lacaniano con el que argumentan que ya Freud pensaba que el psicoanálisis tiene un carácter inminentemente subversivo, como gustan de llamarlo los lacanianos. Los detractores de la misma frase, replican por su parte que Freud nunca asimiló al psicoanálisis con una peste, por lo tanto no consideran válida cualquier conclusión a la que se llegue a partir de esta fantasía de Lacan. Por mi parte, considero totalmente erróneo este último proceder, si hay algo que nos enseña Freud, si sabemos escucharlo, es que el psicoanálisis no se evalúa por la “realidad” de los acontecimientos, sino los efectos que hay a partir de la creencia de que ocurrieron, “un síntoma histérico está fundado en la fantasía de algo nunca sucedido”[12], al igual que la interpretación en que podrá variar de analista a analista aun cuando sea contado exactamente lo mismo, lo importante resultará del efecto de la interpretación, no de la “verdad” de la misma.
Es por eso que lo significativo de esta anécdota no es si sucedió o no, sino el efecto que ha traído consigo la fantasía de Lacan, el síntoma que se ha creado a partir de este suceso. En este caso lo que ha traído consigo el psicoanálisis lacaniano es que ha convertido -o mantenido- a Freud en un pensador totalmente revolucionario de la moral, la filosofía y la mismísima concepción del ser humano y no como un médico dedicado a la adaptación y regulación del pensamiento humano a través de una psicoterapia, como lo pretendió hacer ver la Ego Psychology.
Esta idea del psicoanálisis como una peste en la obra de Freud se deja entrever en varios momentos, pero no en su sentido despectivo y peyorativo que puede tener esta palabra, sino con el carácter de “algo” que se puede extender con facilidad y que al final puede venir a ser como una pestilencia no deseable ni compatible con nuestras buenas costumbres, pues el psicoanálisis descubre las más íntimas motivaciones egoístas del hombre.
Freud, es cierto, considera que el psicoanálisis ha venido a ofender a la propia concepción de lo que es el hombre, el psicoanálisis ha ofendido al narcisismo universal, al amor propio de la humanidad. Así, las tres más grandes ofensas al narcicismo del hombre son por una parte la ofensa cosmológica, al desplazar al hombre como centro del universo, ésta fue efectuada por Copérnico; la segunda ofensa fue la biológica, al incluirlo dentro del mundo como un animal más, ofensa llevada a término por Darwin; y por último la psicológica, al no ser poseedor de su vida anímica en su totalidad. Ésta es la que nos interesa por ahora, pues después de ser desplazado el hombre como centro del universo y aun del mismo mundo, el hombre seguía pensando que era dueño de su cuerpo, además de la voluntad autónoma guiada por la conciencia, aquella por la cual se ejecutan las órdenes al mandato del yo, sin embargo, Freud descubre que la vida anímica no es tan simple y en realidad es una jerarquía de instancias superiores y subordinadas, impulsos y defensas que luchan para sobrellevarse, la instancia que intenta controlar a dichos impulsos es llamada yo, instancia que aun así es sobrepasada en infinidad de casos, Freud lo ve claramente en el trabajo clínico, pues ante los casos patológicos con los que se encuentra, se revelan los intentos del yo para negar su pertenencia a lo “ominoso” y desagradable, inconciliable e incontrolable que se presenta ante la conciencia, por esto Freud concluye respondiendo al neurótico: “no estás poseído por nada ajeno; es una parte de tu propia vida anímica la que se ha sustraído de tu conocimiento y del imperio de tu voluntad. Por eso tu defensa es tan endeble; luchas con una parte de tu fuerza contra la otra parte, no puedes reunir tu fuerza íntegra como si combatieras a un enemigo externo. Y la que de ese modo ha entrado en oposición contigo y se ha vuelto independiente de ti ni siquiera es la peor parte o la menos importante de tus fuerzas anímicas. Me veo obligado a decir que la culpa reside en ti mismo […] -concluye- el yo no es el amo en su propia casa”[13].
Vemos como Freud no escatima y declara que el psicoanálisis ha infligido la tercera gran herida a la humanidad. Piensa que ha despojado a la conciencia de la autonomía del cuerpo, se opone tenazmente a la capacidad volitiva innata del hombre. Algo que, lo sabemos, sigue siendo tema de controversia. De hecho el mismo Freud sabía bien el rechazo a esta idea, aun así, entre mayor oposición hallaba parecía que más se empeñaba en mantenerse firme, por eso nunca cedió ante la posibilidad de desexualizar a la energía psíquica, como lo hizo Jung, y menos aún omitir al inconsciente como parte central de su doctrina.
Ahora, pudiéramos con los diversos elementos que hemos esbozado, trazar algunas líneas interpretativas y pautas a seguir que serían convenientes para quienes estamos interesados en continuar trabajando al psicoanálisis no desde una parte teórica y caduca, sino actual, vigente y -¿porqué no?- escandalosa.
Sin embargo, ¿qué decir desde la teoría en la actualidad que pueda crear escándalo?, vivimos en un momento en que la sexualidad ha sido de alguna manera aceptada, aun cuando no se hable total y abiertamente, sí han desaparecido algunos tabúes oficiales, al menos dentro de ciertos grupos es libremente expresada, por ejemplo, en la educación oficial, mínimamente se enseña la sexualidad como parte biológica del ser humano.
Así, cuando Freud en 1905 exponía, ante un grupo primordialmente de médicos, que existía la sexualidad infantil, algo inminentemente escandaloso, más de cien años después se acepta que incluso hay niños de cinco años experimentando una erección, es decir, ya no está la sexualidad matizada por un carácter único de goce, sino que está más cerca que nunca de ser vista como la sexualidad adulta, genital. Por lo que parece anticuado recordar que hay un placer en el niño cuando explora la diferencia sexual anatómica, por ejemplo, cuando en la actualidad se sabe de “niños” que son padres a los trece años, como el caso que hace poco se suscitó en el Reino Unido.
Ante esto, propongo continuar creando polémica y levantando escándalo, llevando al psicoanálisis como una peste, una subversión, y para ello es necesario hablar del amor, pues es precisamente en estos momentos cuando se presenta más que nunca obsoleto y fuera de contexto.
Así, comencemos por decir que todas las relaciones son de amor, es decir, eróticas.
En la sentencia anterior no sólo incluimos las relaciones entre dos o más seres humanos, como pueden ser las relaciones de pareja sentimental, de parentesco, amistad, etc., como bien podría aceptarse en un primer momento, sino también la relación que hay entre un sujeto y un objeto -aun psíquico- así podemos hablar de relaciones de amor entre el adicto y su droga, el conductor y la velocidad, el fumador y el cigarrillo, la esposa golpeada y el hombre agresivo, el jugador y el juego de azar, la anoréxica y su imagen, etc.
Para comprenderlo mejor, sigamos a Freud, para él todas las relaciones están constituidas por un enlace afectivo, es decir, un enlace libidinal, por lo tanto, si queremos entender porqué de la drogadicción, podemos pensar y preguntarnos en qué hay en la droga que enlaza al sujeto, o podríamos decir, que sujeta al sujeto hasta dejarlo sujeto de la droga.
Negar el amor en dichas relaciones, es negar el propio vínculo manifiesto, al declarar como relación de amor la que sobrelleva un hombre que golpea a su pareja, no negamos su amor, sino que inquirimos ¿porqué ama a golpes?, o bien, ¿es la única manera de amar que conoce? o ¿qué ama en esa imagen que golpea?
De esta manera, podemos comenzar por pensar entonces en el amor como ese vínculo del hombre con sus objetos, y dejar de lado la idea del “amor verdadero”, y aquellos enlaces afectivos restantes y destructivos como fuera de él, pues por el contrario, plantearse que el amor es lo que posibilita todas las relaciones del hombre, puede servirnos en primer momento para entender el porqué de muchas acciones catalogadas como de odio.
Esto nos lleva inmediatamente a plantearnos, si todas las relaciones son relaciones de amor, entonces qué sucede con las que conocemos comúnmente como de odio, repugnancia, violencia, aversión. Desde Freud, está claro, el amor es ambivalente, “te quiero pero también te odio”, pudiéramos decir, el refrán lo dicta de la manera más clara posible “del amor al odio hay un paso”, pues ambos son fuertes enlaces entre objetos. O aquél otro dicho bien conocido, “prefiero el odio antes de la indiferencia”, por supuesto, nos marca claramente lo sustancial del asunto, en el odio continua existiendo un fuerte enlace erótico, de goce. Nuestro autor nos dice “además de la oposición amar-odiar, hay la que media entre amar y ser-amado, y, por otra parte, amar y odiar tomados en conjunto se contraponen al estado de indiferencia”[14], por lo tanto, si buscamos la génesis del amor y odio, las encontraremos diversas, sin embargo lo cierto es que en un primer momento, para el neonato no es diferenciable ambos sentimientos, pues una característica del amor en los primeros años de vida es su esencia sádica, al devorar o incorporar y en un segundo momento retener (organización libidinal oral y anal), puesto que “sólo con el establecimiento de la organización genital el amor deviene el opuesto del odio”[15].
Por lo que entendemos, pues, que amor y odio tienen la misma estructura, son manifestaciones de una misma energía, la única; la sexual. Por lo que pensemos entonces a las relaciones tortuosas como relaciones eróticas (eros), dadoras de goce, un elemento que une y crea el vínculo entre objetos, un elemento común que se ama, y que nos puede orientar y ayudar a entender sucesos cotidianos.
Ahora bien, decimos que hablar de amor es escandaloso, puesto que en estos tiempos de la era tecnocientífica, como lo nombra este mismo congreso, no hay cabida más para el amor de antaño, de compromiso y lealtad, aun sea temporal, no obstante, actualmente también es imperante dejar fuera las relaciones degradantes, agresivas, dañinas, en otras palabras, se busca desplazar totalmente a cualquier tipo de relación que pueda sostener a un sujeto como tal. Se imponen las relaciones efímeras, transitorias, sin compromisos (laborales, sentimentales, etc.), sin ataduras, que lo único que interesa es el aquí y ahora pero con la ausencia inminente de intercambio libidinal, energético, además negando una parte del mismo amor; la agresión, o mejor aun, para utilizar un término psicoanalítico; denegando la propia condición de ambivalencia.
Así, en la época actual, el psicoanálisis puede presentarse como una teoría en la que aún tiene cabida el amor, sin cerrar la definición del mismo tan herméticamente que no pueda ser visto más allá del goce temporal que se pide tenga cada sujeto, sino entender el amor como esa relación que une y crea vínculos.
El psicoanálisis no sólo tiene responsabilidades en la clínica, sino también responsabilidades sociales, ya Freud desde la juventud del psicoanálisis postuló diversas disciplinas que pueden estar directamente interesadas en el psicoanálisis, así en El interés por el psicoanálisis (1913), enlista al menos a la ciencia del lenguaje, la biología, la historia, la sociología, el arte, la pedagogía y, por supuesto, a la filosofía, diciendo: “la postulación de las actividades anímicas inconscientes obligará a la filosofía a tomar partido”[16], es decir, o acepta o rechaza al inconsciente, en caso de aceptarlo, se verá en la necesidad también de replantear los postulados acerca del amor, ese incómodo término que hoy parece innecesario en la teoría, ese término que ahora se reduce a explicaciones acerca de él desde las neurociencias (aumento o disminución de ciertos neurotransmisores), congelando toda posible explicación desde el propio sujeto que lo experimenta o al menos desde una visión humana y no biológica-científica.
Parece que Freud lo intuía, cuando más cerca estaba de ser aceptada la sexualidad como etiología de diversos malestares, gira aún más su dirección y convierte al Eros como punto nodal del hombre, y de esta manera, niega dejar al psicoanálisis como viejo y sin posibles cambios, sin nada qué decir, por el contrario, da nuevos elementos para trabajar.
En esta época de la tecnociencia, hablar de amor no sólo es anticuado, también puede ser escandaloso y subversivo, en la actualidad llevar al amor junto con el psicoanálisis es llevar la peste.
___________________________________
*Conferencia dictada en el marco del Congreso Nacional de Estudiantes de Filosofía (CONEFI) Hombre y mundo; vértigos en la era tecnocientífica. Aguascalientes, México. Septiembre de 2009.
[1]Freud, S. Tres ensayos para una teoría sexual. (1905) Obras Completas, Vol. VII. Ed.
Amorrortu, Argentina. 1979
[2]Freud, S. Dos artículos de enciclopedia Psicoanálisis y Teoría de la libido. (1923) Obras
Completas, Vol. XVIII. Ed. Amorrortu, Argentina. 1979
[3]Laplanche, J. Pontalis, J. Diccionario de psicoanálisis. Editorial Paidós. Argentina. 1998
[4]Freud, S. Esquema del psicoanálisis. (1939) Obras Completas, Vol. XXIII. Ed. Amorrortu,
Argentina. 1979
[5]Freud, S. Conferencias de introducción al psicoanálisis. (1917) Conferencia 21. Obras
Completas, Vol. XVI. Ed. Amorrortu, Argentina. 1979
[6]Freud, S. Psicología de las masas y análisis del yo. (1921) Obras Completas, Vol. XVIII.
Ed. Amorrortu, Argentina. 1979
[7]Ibídem
[8]Ibídem
[9]Caruso, Igor. Psicoanálisis y utopía en Razón, locura y sociedad. Varios autores. Ed. Siglo
XXI. México. 1979
[10]Lacan, J. La cosa freudiana o sentido de retorno a Freud en psicoanálisis en Escritos 1.
Ed. Siglo XXI. México. 2006
[11]Roudinesco, E. Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Editorial Paidós. Argentina. 2000
[12]Freud, S. Psicología de las masas y análisis del yo. Op. Cit.
[13]Freud, S. Una dificultad del psicoanálisis. (1917). Obras Completas, Vol. XVII. Ed.
Amorrortu, Argentina. 1979
[14]Freud, S. Pulsiones y destinos de pulsión. (1915) Obras Completas. Vol. XIV. Ed.
Amorrortu, Argentina. 1979
[15]Ibídem
[16]Freud, S. El interés en el psicoanálisis. (1913) Obras Completas. Vol. XIII. Ed. Amorrortu,
Argentina. 1979
[1]Freud, S. Tres ensayos para una teoría sexual. (1905) Obras Completas, Vol. VII. Ed.
Amorrortu, Argentina. 1979
[2]Freud, S. Dos artículos de enciclopedia Psicoanálisis y Teoría de la libido. (1923) Obras
Completas, Vol. XVIII. Ed. Amorrortu, Argentina. 1979
[3]Laplanche, J. Pontalis, J. Diccionario de psicoanálisis. Editorial Paidós. Argentina. 1998
[4]Freud, S. Esquema del psicoanálisis. (1939) Obras Completas, Vol. XXIII. Ed. Amorrortu,
Argentina. 1979
[5]Freud, S. Conferencias de introducción al psicoanálisis. (1917) Conferencia 21. Obras
Completas, Vol. XVI. Ed. Amorrortu, Argentina. 1979
[6]Freud, S. Psicología de las masas y análisis del yo. (1921) Obras Completas, Vol. XVIII.
Ed. Amorrortu, Argentina. 1979
[7]Ibídem
[8]Ibídem
[9]Caruso, Igor. Psicoanálisis y utopía en Razón, locura y sociedad. Varios autores. Ed. Siglo
XXI. México. 1979
[10]Lacan, J. La cosa freudiana o sentido de retorno a Freud en psicoanálisis en Escritos 1.
Ed. Siglo XXI. México. 2006
[11]Roudinesco, E. Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Editorial Paidós. Argentina. 2000
[12]Freud, S. Psicología de las masas y análisis del yo. Op. Cit.
[13]Freud, S. Una dificultad del psicoanálisis. (1917). Obras Completas, Vol. XVII. Ed.
Amorrortu, Argentina. 1979
[14]Freud, S. Pulsiones y destinos de pulsión. (1915) Obras Completas. Vol. XIV. Ed.
Amorrortu, Argentina. 1979
[15]Ibídem
[16]Freud, S. El interés en el psicoanálisis. (1913) Obras Completas. Vol. XIII. Ed. Amorrortu,
Argentina. 1979
¿Qué tal Bena?
ResponderEliminarComo cito, una actitud psicoanalítica bien puede ser la polémica, de hecho es parte de lo que sostengo en la ponencia, sin embargo ¡cuidado! una actitud no reduce la teoría a ella, es decir, nunca subordiné a ninguna de ellas, no sé cómo llegas a tal conclusión, un libro bien puede ser sumamante teórico y psicoanalítico y sin embargo no dar indicios de ser subversivo o polémico para iniciados. Tu inclinación a tener una visión peyorativa acerca del psicoanálisis es totalmente diferente (al menos es la segunda ocasión que me mencionas esto en comentarios), bien te puede no agradar la teoría, no es una dictudara de conocimientos, el psicoanálisis no es discurso de la Universidad, mucho menos del Amo.
Efectivamente, creo que es un tema que he hablado varias veces contigo, por lo que no creo que encuentres novedad aquí, lo hemos comentado varias ocasiones, sin embargo, no dudo que haya más de una persona que me escuchó y no había pensado las cosas de esta manera. En cuanto a la diferencia entre Freud y lo que propongo, ¡es precisamente mi exposición!, el hecho de que Freud sigue siendo vigente, siempre y cuando traslademos su teoría a los términos y problemáticas que se nos presentan; la histérica de conversión de Freud ya no se presenta en los consultorios, pero la teoría puede seguir dándonos elementos para trabajar las nuevas "patologías".
Me parece que tomas en un sentido muy extremo la propuesta, nunca mencioné que la sociedad deba adoptar la visión que tiene el psicoanálisis acerca del amor, o que esa sea la "verdad", mi propuesta es que hablar de amor desde esta visión es posible y aun necesario para entender diversos casos o situaciones actuales. Repito, esta es una visión diferente, subjetiva, del amor, que se aleja de las visiones comunes o científicas actuales, por lo que es posible darla a conocer al igual que un científico da a conocer sus avances en el descubrimiento de diversos malestares y sus posibles explicaciones. El amor, Bena, es algo que nos seguirá despertando interés, y dudo que haya una manera de determinar qué es en su totalidad.
Te invito a leer con menos prejuicios algunos temas que se abordan desde el psicoanálisis, simplemente es abrir un campo de discusión de ciertos temas y mostrar que también el psicoanálisis tiene algo que aportar a la educación, a la sociología, a la política, a la visión de género, etc., y que su postura no es la única ni verdadera, ardua y estúpida labor sería querer imponer un saber.
¡Saludos y gracias por los comentarios!
Hola José
ResponderEliminarDisfruté mucho la lectura de tu texto. Creo que si hoy en día el psicoanálisis puede sostenerse como un planteamiento subersivo es por el hecho de que se trata de una cura por el habla. En nuestra época, cuando la medicina ha descifrado el genoma, plantear una cura por el habla es bastante subersivo.
El amor es uno de los efectos del habla. Los animales no se enamoran porque no hablan. El lenguaje pervierte nuestra relación con la naturaleza, introduce las dimensiones de la mentira, el error y el malentendido. Amamos también porque hemos escuchado hablar de amor. El lenguaje constituye un muro entre el hombre y la mujer, razón por la cual Lacan llegó a afirmar que "No hay relación sexual".
Saludos
Hola Jorge, gracias por tus observaciones, me parece muy acertado lo que planteas, es precisamente en esta "era tecnocientífica" cuando menos se puede creer en algo como la palabra y sus efectos, ahora todo tiene que pasar por el conocimiento científico.
ResponderEliminarSon muy interesantes los planteamientos que haces acerca del amor, veo que es desde un psicoanálisis lacaniano, sería muy interesante elaborar algo más desde esta postura, sí creo haberme centrado mucho en el amor desde la visión freudiana.
¡Saludos y seguimos leyéndonos!
Antes q nada una disculpa porque quería asistir a tu ponencia pero yo me regrese antes, asi que aquí te dejo mi comentario.
ResponderEliminarA ver si entendí, insistes en el amor como equívoco apegado a conceptos psiconalíticos, pero luego vuelves con el ejemplo de la pareja del hombre golpeador, y la sexualidad, desde la educación y el comportamiento.
Creo que en todo caso, el amor envuelve razón, una razón que nos obliga a replantear la physis del hombre. Y cuál es esta, la de ser un animal racional? O un ser racional? Donde radica la verdadera naturaleza del hombre, en su animalidad o en su racionalidad? Si, damos cuenta de esta indagación, nos iremos directamente a la segunda opción, si en cambio, tratamos de guiarnos por los arrebatos de la escandalización, tal vez por la primera.
Creo que lo único que puede guiarnos hacia un conocimiento más objetivo descansa en la naturaleza misma. Realmente el amor, no hace que fisiológicamente el pene se erecte y se llegue al coito, lográndose la fecundación y luego la reproducción. Si el amor es metafísica, y queremos hacer una física del amor, la única forma de demostrarlo es mediante la generación, y el acuerdo para éste encuentro debe ser racional, puesto que como bien remarcas, hoy en día se ha descuidado mucho ese aspecto, ejemplo de ello es el emabarazo precoz y mas que la sexualidad el libertinaje. Me parece que lo que se logra con ello, es una semejanza con nuestros primeros antepasados, hablo del hombre primitivo que solo escogía y cogía a la mujer.
El amor, y ahora me remito al de pareja, únicamente puede tener lugar como estable y virtuoso, cuando lleva adherido la razón. Puesto que, aun cuando uno no nace con una idea del amor, si nace con la satisfacción de los estímulos, a cada momento percibe cosas que le agradan y le brindan placer, de modo que al elegir una pareja, primero es la reacción emocional, y esta misma, dado que parte del haz de estímulos, puede llevar a la posibilidad del goce de muchas otras parejas, llevándolo al infinito y a una frágil noción del amor.
En cambio, cuando se trasciende dicha condición, puesto que no se libra totalmente de ella, es parte de la naturaleza estar siempre bajo la respuesta de los estimulos y buscando el placer, a través de la razón, es posible hablar de una parte de la esencia del amor.
Por lo tanto, sujetos, más que nada a la razón, se pude llevar a cabo una relación, quizás no del tipo “amor verdadero”, pero sí concretizando su parte fáctica. El problema con que se ha topado nuestra sociedad actual es el del desinterés por la razón, el menor esfuerzo, el no pensar, de ahí las relaciones sin compromiso, dejándolo todo al sensualismo, prescindiendo del razonar.
Tampoco pienso que todo sea dejado a la razón, puesto que no solo nos haría robots, sino que es ilógico, aún cuando se abraza una decisión de forma lógica involucra la parte emocional. Sin duda, el amor involucra también pasión, más creo que, como ya mencioné, no se trata de un justo medio, ni de equidistar razón con pasión, sino de dar prioridad a la razón.
Gracias
muchos saludos!!
Eric Figueroa
Hola Eric:
ResponderEliminarIntento solamente señalar otra forma de entender el amor, que no sea únicamente desde la parte física ¿acaso el amor es solamente placer? Quizá debemos decir que sí, pero que el placer no siempre es agradable, hay una parte de nosotros que goza con cierto daño ¿qué hay de ella?
La metafísica no es suficiente para explicar desde esta postura el amor, es de hecho aquí una explicación metapsicológica (tópica, económica y dinámica) para hablar de eso que nos une con las demás personas.
En cuanto a la parte racional, Freud -me atrevo a decir- que era una racionalista extremo, pues precisamente buscó una explicación racional a lo que se le presentaba como irracional, por lo que al ver relaciones amorosas dolorosas, nos interroga sobre esa manera de amar, en la cual hay razón, pero no la razón cartesiana autónoma y propia del yo, sino una lógica del inconsciente, por eso no sólo se piensa y luego se existe, sino que también se existe en donde no se piensa.
Así, la razón deja de ser solamente guiada por el yo y opuesta a la animalidad, sino que es precisamente esa "animalidad" en donde hay razón ¿podemos cambiar dicho proceder? Tal vez después de conocer el motivo, sí. Esa es la apuesta del psicoanálisis.
Saludos Eric, y gracias por tus comentarios, lástima que yo no pude llegar a tu ponencia, también me hubiera gustado precensiarla.