“Lo que sigue es especulación, a menudo de largo vuelo,
que cada cual estimará o desdeñará de acuerdo con su posición
subjetiva. Es, además, un intento de explotar consecuentemente
una idea, por curiosidad de saber a donde lleva”
S. Freud
“Insensatos, pues no tienen preocupaciones por
pensamientos profundos, ya que creen
que lo que no existió antes llega a ser
o que algo perece y se destruye por completo”
Empédocles
Es conocido que dentro del desarrollo de la obra de Sigmund Freud, se puede encontrar una última modificación teórica acerca de las pulsiones, en ella sostiene la oposición entre dos fuerzas míticas que ejercen su acción en el campo del psiquismo, ellas son Eros y Pulsión de destrucción, “la meta de la primera es producir unidades cada vez más grandes y, así, conservarlas, o sea, una ligazón {Bindung}; la meta de la otra es, al contrario, disolver nexos y, así, destruir las cosas del mundo”[1].
Esta última visión sobre las pulsiones, data claramente desde su escrito Más allá del principio de placer (1920), en él Freud especuló sobre el origen de las mismas, pensó que “en algún momento, por una intervención de fuerzas que todavía nos resulta enteramente inimaginable, se suscitaron en la materia inanimada las propiedades de la vida. Quizá fue un proceso parecido, en cuanto a su arquetipo {vorbildlich), a aquel otro que más tarde hizo surgir la conciencia en cierto estrato de la materia viva. La tensión así generada en el material hasta entonces inanimado pugnó después por nivelarse; así nació la primera pulsión, la de regresar a lo inanimado”[2], posteriormente, surgió una oposición a este ímpetu de volver a lo inanimado, a ésta, que busca conservar la vida la llamará Pulsiones de autoconservación, y “son las genuinas pulsiones de vida; dado que contrarían el propósito de las otras pulsiones”[3], a éstas pulsiones de autoconservación son las que más adelante agrupará bajo el término de Eros.
Es por demás interesante la especulación que hace Freud en este texto, pues no sólo intenta universalizar un fenómeno encontrado reiteradamente en la clínica y extrapolarlo, sino que además roza una postura cosmogónica, que aunque el mismo Freud declaró abiertamente que no estaba interesado en ella, no es posible pasar por alto su visión sobre el origen de todo, remitiéndolo a dos fuerzas metafísicas identificadas bajo el concepto de Pulsiones.
En sus Nuevas conferencias de Introducción al Psicoanálisis, la conferencia 35 lleva por nombre En torno a una cosmovisión {Weltanschauung}, en ella Freud dice entender por cosmovisión (Weltanschauung ) “una construcción intelectual que soluciona de manera unitaria todos los problemas de nuestra existencia a partir de una hipótesis suprema”[4], por ello, niega categóricamente que el psicoanálisis posea una cosmovisión, pues el espíritu científico que mantiene lo hace estar sujeto a los cambios debido a los nuevos conocimientos. Sin embargo, Freud aclara al inicio de la conferencia que el término Weltanschauung es de difícil traducción a otros idiomas, él opta por esta definición. En la versión castellana de Luis López Ballesteros, aparece la traducción de la conferencia como El problema de la concepción del Universo {Weltanschauung}. Lo cierto es que una concepción del universo, no es necesaria y únicamente un todo unificado sobre una teoría, sino también responde al origen del mismo, algo que hace bajo la teoría de las pulsiones, y en este sentido, podemos entenderlo también como una cosmogonía, la cual, considero que sí posee.
La postura de Freud acerca de estas fuerzas pulsionales, parecía ser original en el ámbito de la psicología o la medicina, pero no en la filosofía, campo al que Freud no era totalmente ajeno, de hecho él mismo identificó que la posición a la que había llegado, se asimilaba a la que el filósofo griego Empédocles había postulado hacía más de dos mil años, en ella “el filósofo enseña que existen dos principios del acontecer así en la vida del mundo como en la del alma, dos principios que mantienen eterna lucha entre sí. Los llama φιλία {amor) y νεῖκος; {discordia)”[5].
En efecto, Empédocles, natural de Acragas, llegó a postular el origen y movimiento del universo como la interacción de dos fuerzas contrarias, éstas luchan una contra la otra para restituir un equilibrio perdido por causa de su oposición, según Empédocles, en el comienzo había cuatro elementos primigenios, los cuales son el fuego, aire, agua y tierra, sin embargo, por medio de las fuerzas del Amor y el Odio, o Armonía y Discordia, fueron capaces de separarse y mezclarse unos con otros, “el Amor o la Atracción reuniría las partículas de los cuatro elementos, desempeñando una función constructiva; la Discordia o el Odio separaría las partículas, provocando con ello la extinción de los objetos”[6].
Según cuenta Simplicio en la Física fragmento 158, Empédocles escribió:
“Un doble relato te voy a contar: en un tiempo ellas (las raíces de todo[7]), llegaron a ser sólo uno a partir de una pluralidad y, en otro, pasaron de nuevo a ser plurales a partir de ser uno; dúplice es la génesis de los seres mortales y dúplice su destrucción. A la una la engendra y destruye su reunión, y la otra crece y se disipa a medida que nacen nuevos seres por separación. Jamás cesan en su constante intercambio, confluyendo unas veces en la unidad por efecto del Amor, y separándose en otras por la acción del odio de la Discordia”[8].
El filósofo presocrático, no duda en hacer de este proceso no sólo el origen sino el fin de todo cuanto existe, quizá por esto Freud intenta poner cierta distancia entre ambas teorías, argumentando que “media el distingo de que la del griego es una fantasía cósmica, mientras que la nuestra se ciñe a pretender una validez biológica”[9], aunque habría que señalar que en la misma visión de Empédocles “su aplicación más clara y más importante está, sin duda, en su teoría del nacimiento y la muerte del universo, pero la aplicó también al ciclo vital de los animales”[10], pero lo más importante de todo esto, es que en uno de los escritos póstumos, Freud no duda en llevar a esta oposición fuera del campo de lo biológico, declarando en su obra Esquema del psicoanálisis “esta acción conjugada y contraria de las dos pulsiones básicas produce toda la variedad de las manifestaciones de la vida. Y más allá del reino de lo vivo. La analogía de nuestras dos pulsiones básicas lleva a la pareja de contrarios atracción y repulsión, que gobierna en lo inorgánico”[11].
Considero que lo importante de la similitud de la filosofía de Empédocles y el psicoanálisis de Freud, no es sólo encontrar elementos en común en diferentes pensadores, sino entender la magnitud y dimensión de las consecuencias teóricas que se llegan a sostener, en último análisis, ambos recurrieron a postular dos fuerzas activas como necesarias, ello para completar la explicación del porqué se lleva a cabo el cambio, el movimiento, es decir, no basta con saber cómo está compuesto aquello que se investiga, sino que además es necesario conocer qué es lo que impulsa a estarlo de aquella forma y además a modificarse. En el caso de Empédocles, su interés es sobre la φύσις (Physis), su generación y movimiento, en el caso de Freud, sobre el psiquismo y su dinámica, pero ambos llegan a idénticas conclusiones.
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Referencias
[1] Freud, S. Esquema del psicoanálisis. Tomo XXIII. Obras Completas. Ed. Amorrortu. Argentina. 1992. Pág. 146
[2] Freud, S. Más allá del principio de placer. Tomo XVIII. Obras Completas. Ed. Amorrortu. Argentina. 1992.. Pag. 38
[3] Ibidem. Pag. 40
[4] Freud, S. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. 35ª conferencia. En torno a una cosmovisión. Tomo XXII. Obras Completas. Ed. Amorrortu. Argentina. 1992. Pag. 146
[5] Freud, S. Análisis terminable e interminable.. Tomo XXIII. Obras Completas. Ed. Amorrortu. Argentina. 1992. Pág. 247
[6] Copleston, F. Historia de la filosofía I. Edición Digital. pág. 58
[7] Los cuatro elementos
[8] Kirk. Raven. Schofield. Los filósofos presocráticos. Parte II. Editorial Gredos. Versión Digital. Pág. 103
[9] Freud, S. Análisis terminable e interminable. Op. Cit. Pág. 247
[10] Kirk. Raven. Schofield. Los filósofos presocráticos. Op. Cit. pag. 104
[11] Freud, S. Esquema del psicoanálisis. Op. Cit. Pág. 147