por José Vieyra Rodríguez
Un tiempo atrás comentaba con algunos colegas de filosofía el problema del determinismo psíquico, el cual supone que nuestros pensamientos están determinados por el pasado, proponiendo a su vez que esto afecta a nuestros actos, de lo que se desprende que nuestra voluntad no es tan autónoma como somos dados a creer, pues reaccionamos ante cierta circunstancia con una cantidad limitada de respuestas dadas por nuestra experiencia. Basta exponer estos argumentos someramente para presenciar el salto intempestivo y con miras inquisitoriales de una buena parte de muchos de nuestros amigos intelectuales que defienden la libertad y la voluntad como seres en sí, entidades fácticas e indestructibles que son amenazadas con esta concepción. Sin embargo, me propongo exponer escuetamente los argumentos que demuestran, no solamente el sustento de esta idea, sino la necesidad de pensar conforme a ella para comprender las motivaciones de los actos.
El primer obstáculo nos lo presentan nuestros amigables colegas al mostrarnos la diversidad de las reacciones ante un mismo estímulo psíquico con lo que suponen que esto es suficiente para demostrar que no existe tal determinismo. Por supuesto, al argumentar a favor del determinismo psíquico no nos inclinamos a una universalidad de reacciones en individuos, precisamente el determinismo deja intacto el problema de la individualidad puesto que cada experiencia es recibida subjetivamente. El comienzo del cúmulo de representaciones se da en orden y lugares totalmente diversos, aun cuando se presenten para el observador bajo las mismas características, mientras que para quien vive la experiencia ni el espacio ni el tiempo es el mismo que el que tiene el semejante. Ninguno sujeto puede recibir el mismo mensaje de la misma manera, aun cuando las variables generales parecen las mismas, la experiencia subjetiva que viven cada uno es totalmente diferente, pues será recibida conforme a las experiencias previas que han creado al sujeto, por lo que vemos que precisamente el determinismo psíquico argumenta la imposibilidad de universalización de sujetos y no la creación de sujetos idénticos.
El segundo problema nos lo presentan bajo el temible concepto de libertad. Pues nos dicen nuestros simpáticos amigos que si estamos determinados psíquicamente, verdaderamente no somos libres de elegir, pues nuestra elección no es propia, sino únicamente producto de nuestras experiencias. Podemos reconocerlos a nuestros amigos como adeptos a “la libertad de la voluntad”, quienes también argumentan que con la negación de ella se derrumba la concepción ética del mismo hombre. Pero como veremos, es lógicamente necesario dar por sentado el determinismo psíquico, pues precisamente dicho determinismo está acorde a la ley de causalidad, la cual implica el hecho de que todo acontecimiento está determinado por acontecimientos anteriores, los cuales bajo ciertas circunstancias pueden (teóricamente) ser predichos al conocer suficientes circunstancias, es decir, si extrajéramos de los actos y el psiquismo del hombre la ley de causalidad todos nuestros actos y pensamientos carecerían de sentido real, pues creer en la libertad de elegir una cosa u otra negando el principio de causalidad, sería negar a su vez la consecuencia de dichos actos, si negamos la causalidad (determinación) que nos orilla a realizar ciertos actos y no otros, nos vemos obligados también a negar la consecuencia lógica de dicho acto, pues es irracional negar la ley de causalidad para el pasado pero sostenerla para el futuro.
Por último, y aunado al argumento anterior, nos presentan el problema de la creación y la invención como muestra de la libertad del pensamiento y su contundente albedrío, pero el ejemplo no se sostiene mas que por retórica, pues nadie es capaz de argumentar verdaderamente que existe una creación autónoma a cualquier otra existencia, ya sea real o psíquica, sabemos perfectamente que la invención de un artefacto científico o la creación de una obra de arte, no es más que la aplicación de conocimientos y experiencias previas, que dadas las circunstancias adecuadas, ciertos individuos son capaces de llevar a la práctica.
Así pues, nos vemos obligados a pensar que el determinismo psíquico es el único camino viable para comprender al hombre, tanto en sus motivaciones (lo que lo determina a realizar cierta acción y no otra) como en sus actos (la consecuencia). De todo lo anterior se desprende el corolario que termina por sepultar la idea de la “libertad de la voluntad” pero a su vez la posibilita, y esto es que al aceptar la existencia del determinismo aceptamos también la posibilidad de conocer las causas y efectos, para desde aquí poder tomar la decisión de llevar a cabo dicho acto o no, pues es precisamente por medio del juicio que podemos evaluar la consecuencia y así elegir verdaderamente, pues si conocemos las determinaciones y consecuencias, podemos también pasar a elegir otra opción que esté acorde con nuestro pequeño margen de libertad.